Río 2016 ya terminó. Se apagaron las luces en el Maracaná y comenzó el camino hacia Tokio 2020. Ahora, muchos atletas se preguntan qué pasará con sus carreras y sus vidas, entre ellos, algunos que temen regresar a su lugar de origen.
El caso más destacado es el etíope Feyisa Lisela, quien anoche recibió una medalla de plata en la ceremonia de clausura de Río 2016. El joven, de 26 años, obtuvo el segundo lugar en maratón, las últimas medallas de los Juegos Olímpicos y que, por protocolo, se entregan en la clausura de la justa olímpica.
Lisela aseguró que teme por su vida en caso de regresar a Etiopía. ¿La razón? Realizó una protesta política justo al momento de cruzar la meta el domingo por la tarde, después de una carrera en la que cerró con un tiempo de dos horas, nueve minutos y 54 segundos.
Feyisa Lisela acusa al gobierno de Etiopía de asesinar al grupo étnico oromo, el segundo más grande del país y de donde es originario. En las últimas semanas, el grupo de mayoría cristiana realizó protestas en contra del gobierno de Adís Abeba acusándolo de violaciones a los derechos humanos, las cuales terminaron con cientos de muertos.
Otros casos emblemáticos
Al igual que Feyisa Lisela, otros atletas también buscarán asilo político después de Río 2016, entre ellos, algunos del equipo de refugiados.
Es el caso de Yusra Mardini, quien cruzó nadando el mar Egeo para huir de la guerra en Siria. En entrevista con el periódico británico “The Guardian”, declaró que después de los Juegos Olímpicos: “Quizás buscaría rehacer mi vida en Alemania, y quizás cuando sea una mujer anciana, regresaré a Siria para enseñarle a las personas sobre mi experiencia”.
También del equipo de refugiados, la judoka Yolande Mabika -originaria del Congo- buscará asilo en el país anfitrión: “Brasil es mi hogar ahora y quiero quedarme para construir una nueva vida. Me gustaría trabajar con chicas jóvenes y ayudarles a sobrellevar problemas como los que yo tuve”, contó a la Agencia de la ONU para los refugiados.