Caminar a paso rápido tres horas por semana ralentiza la progresión del cáncer de próstata.
La actividad física, por moderada que sea siempre reporta beneficios; incluso a quien sufre un cáncer de próstata. Según el Departamento de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de Harvard, andar a paso acelerado durante al menos tres horas a la semana contribuye a detener o, incluso, retrasar el crecimiento del cáncer de próstata clínicamente localizado.
Durante 31 meses se hizo un seguimiento a 1.455 hombres diagnosticados de este tipo de tumor. Se investigó el efecto que provoca la práctica de actividad regular o la ausencia de ella, con variables como la intensidad y el tiempo de duración, en varones que ya tenían cáncer de próstata, pero sin haber llegado a metástasis.
Entre las conclusiones destaca que en los casos en los que se realizaron caminatas a un ritmo rápido durante un mínimo de 3 horas a la semana se detectó una tasa de progresión un 57% menor que en aquellos en los que el ritmo fue suave y de menos horas semanales.
Es más, al margen del tiempo de duración, según la investigación, es la intensidad de los paseos la que se asocia a un menor riesgo de progresión. Es decir, cuanto más rápido sea el paso al que se realizan, menos crecimiento del tumor se detecta.
Estos resultados se unen a los beneficios ya demostrados de llevar a cabo hábitos de vida saludables para prevenir el cáncer de próstata, en los que se incluye la práctica regular de ejercicio físico y seguir una dieta equilibrada.
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En cualquier caso, como frente a cualquier enfermedad, lo primero es prevenir. Es importante que los varones de más de 50 años (45 si hay antecedentes de cáncer prostático en su familia) vayan cada año al urólogo para someterse a revisiones periódicas.
De este modo, se logra una detección a tiempo cuando el tumor está en sus fases iniciales, de tal modo que aumentan las posibilidades de curación y, además, se pueden aplicar tratamientos menos agresivos.
Entre estos tratamientos se encuentran la radioterapia, la prostatectomía y la braquiterapia prostática, una técnica consistente en implantar semillas radioactivas de Iodo-125 directamente en el interior de la próstata, de tal modo que su acción se concentra en la glándula.