Para que sirvió el salto de Felix Baumgartner?
Para que sirvió el salto de Felix Baumgartner?. Treinta y nueve kilómetros y 4,19 minutos de caída libre. Son la distancia y el tiempo que necesitó Felix Baumgartner para batir varios récords y dejar a medio planeta sin respiración: el salto de mayor altura, la mayor ascensión en globo y el primer hombre en superar la velocidad del sonido sin ayuda mecánica. Su desafío estratosférico ha conseguido abrir los telediarios de todo el mundo y el asombro de millones de personas, pero ¿qué ha aportado a la ciencia?
Desde la compañía Red Bull han insistido repetidamente en que esta tecnología puede servir a los astronautas de cara a futuros rescates a gran altura. “Recoger datos científicos”, aseguraban en sus comunicados, “que ayuden a mejorar la seguridad de los viajes espaciales, y que permitan el desarrollo de procedimientos de escape de una nave espacial que esté a gran altitud“. La idea es que el traje de Baumgartner pudiera servir para un grupo de astronautas en apuros para saltar en caso de emergencia desde una nave en viaje suborbital.
Los expertos en aeronáutica coinciden en señalar que el salto de Baumgartner tiene más de desafío humano espectacular e inspirador que de prueba científica. Durante muchos años, la propia NASA estudió distintos sistemas de evacuación para sus astronautas, pero los descartó por inseguros o impracticables. En los años 60 General Electric ideó un rocambolesco sistema, llamado proyecto MOOSE, para traer astronautas desde la órbita con un escudo térmico y en los 90 la NASA probó el X-38 CRV, un vehículo para traer de regreso a la Tierra a los tripulantes de la Estación Espacial Internacional (ISS), aunque lo abandonó por falta de fondos.
La diferencia entre estos proyectos de la NASA y el salto de Stratos está en la altitud desde la que se pretendía evacuar. “La NASA nunca ha contemplado una posibilidad como ésta”, explica Carlos González, quien fuera jefe de operaciones de la NASA en España, “sencillamente porque no envía a sus astronautas a 39 kilómetros: los envía a 238 kilómetros. No hay misiones a esa altura”. Traer a la tripulación desde la ISS, a 400 km de altitud, por ejemplo, es una tarea impensable, pues no solo está 10 veces más lejos, sino que tendrían que atravesar capas de la atmósfera que están a 1.500º C de temperatura, aunque debido a la baja densidad lo que produciría el calor sería el rozamiento.
Pocos avances en el traje
En cuanto a la tecnología del traje, está inspirada en la que ya usan los pilotos de pruebas de la fuerza aérea. “La NASA y la USAF, y la antigua URSS, ya experimentaron en su época con todo tipo de saltos a gran altitud y lo que puede aportar esta prueba es más bien poco”, indica el astrofísico Daniel Marín, experto en la carrera espacial. “Lo mismo en cuanto a los trajes de presión. Cualquier traje espacial, o los trajes de los pilotos de un U2 o un SR-71 son más avanzados -o al menos igualmente elaborados- que el de Baumgartner”. “El traje de Red Bull aporta más movilidad”, indica González, “pero no está preparado para soportar la radiación fuera de la atmósfera. A más distancia necesitas un traje que te proteja del sol y eso requiere muchas más capas, y por tanto más peso y menor movilidad”.
En la mente de muchos ha estado estos días la tragedia del Columbia en 2003, cuando los tripulantes del trasbordador murieron en la maniobra de reentrada a la Tierra sin posibilidad de salvarse. ¿Habría sido posible sacarlos de aquella situación con una estrategia como la de Stratos? La respuesta es no. El trasbordador estalló a 20 kilómetros de altitud y a una velocidad supersónica, con lo que difícilmente podrían haber podido saltar. ¿Saltar desde más arriba? A partir de la ionosfera las temperaturas lo habrían hecho imposible, y los trasbordadores tenían que reentrar a gran velocidad, no podían frenar la caída a 40 km para permitir un salto. Como estrategia, NASA pensó a posteriori que se les podía haber rescatado en órbita transfiriéndolos a otros trasbordador.
Si la velocidad es un problema en la reentrada, quizá pudiera haber una opción de saltar en la salida. “El problema de esta hazaña”, asegura Daniel Marín, “es que no se puede extrapolar para un salto desde una nave espacial en fase de ascenso porque en ese caso el factor limitante es la velocidad”. Es decir, la velocidad de una nave que despega a los 40 km es tan alta que nadie podría saltar desde su interior.
Emergencias en viajes turísticos
Para González tampoco tiene sentido plantearse estos saltos, por ahora, en los viajes turísticos suborbitales que han propuesto algunas empresas. “Cualquier turismo de este tipo requiere ascender a 150-190 km, pues los turistas quieren sentir la sensación ingravidez y esa altura no se te ocurra saltar si no te quieres achicharrar”. Marín, sin embargo, sí deja la puerta abierta a “una aplicación práctica en los sistemas de emergencia o escape de naves suborbitales”, como la conocida SpaceShipTwo, auspiciada por el millonario Richard Branson y con el objetivo de realizar vuelos espaciales privados.
Durante el regreso, indica Marín, se podría diseñar un sistema de aerofrenado que permitiera saltar antes y sus velocidades máximas son relativamente bajas (del orden de Mach 3), lo que posibilita un sistema de salto a altitudes más bajas como la de Baumgartner. Sin embargo, añade, “actualmente no existe ninguna nave en servicio o en proyecto que prevea el uso de saltos en paracaídas como sistema de emergencia y la filosofía actual se inclina más por salvar la nave entera u otros sistemas”.
“Hay que reconocer el mérito de Baumgartner”, insiste González. “Ha batido tres récords impresionantes y hay que echarle un par de narices, pero de ahí a que se diga que va a servir para hacer rescates espaciales hay un trecho”. “Las aplicaciones prácticas de esta prueba son muy limitadas”, asegura Marín, “así que bien podríamos decir que es más marketing (o afán de superación, que queda mejor) que otra cosa”. Tampoco desde el punto de vista de la meteorología, o del conocimiento de la atmósfera ha aportado ninguna novedad. “Más allá de estas curiosidades” escribe el meteorólogo José Miguel Viñas, “el ascenso y el posterior salto al vacío de Felix Baumgartner no va a aportar conocimientos nuevos del medio atmosférico”.
La supuesta “utilidad” de este salto estratosférico desataba ayer el debate en las redes sociales. ¿Es inútil el salto de Baumgartner para la ciencia? ¿Sirve de algo haber puesto su vida en peligro ante millones de espectadores? La puesta en escena del proyecto tiene más de reto humano que de “hazaña científica”, pero ni eso, ni el patrocinio de una marca como Red Bull y su campaña de imagen, restan un ápice de mérito a Baumgartner y su equipo. La historia de la humanidad está sembrada de desafíos aparentemente inútiles como tirarse de la Torre Eiffel, saltar de las cataratas del Niágara o llegar el primero al Polo Sur. Puede parecer circo, pero es el espíritu humano que nos ha hecho avanzar.