Por qué Seth MacFarlane es perfecto para presentar los Oscar
27 de febrero de 2011. He aquí Anne Hathaway, una actriz con virtualmente ninguna experiencia previa como anfitriona de galas, dejándose la piel para que cada chiste sea el más gracioso de la historia, para que cada guiño sea comprendido por el mayor espectro demográfico posible, por resultar más encantadora que un gatito acurrucándose junto a una chimenea en el Día de la Victoria y por, en suma, convertirse en la personificación del meme Trying too hard. Y he aquí James Franco, un tipo al que no le puede importar menos lo que está pasando a su alrededor. Incluso si lo que está pasando resulta ser, bueno, su posible primer Oscar. En una gala que él mismo presenta. Aunque, gracias a Franco, descubrimos que el término ‘presentar’ tiene unos márgenes de significado muy amplios y que, de hecho, puede reducirse a sonreír como si acabaras de fumar algo realmente impresionante, actualizar Twitter desde el móvil y leer el telepromter de refilón.
La 83ª ceremonia de los Oscar fue un intento por atraer a los espectadores jóvenes a una institución que, si los índices de audiencia de pasados años eran testimonio de algo, se estaba quedando algo anquilosada. Los productores pensaron que dos de las estrellas más carismáticas del Hollywood contemporáneo podrían cambiar un poco esa situación, pero el resultado estuvo cerca de lo desastroso: Pete Travers, de la Rolling Stone, se refirió a la gala como “los peores Oscar de la historia”, y el 57% de los espectadores de Fox News estuvieron de acuerdo con él en una encuesta publicada días después. El público tampoco estuvo de su lado: la audiencia bajó un 10% con respecto a la gala de 2010. Este pretendido golpe de timón acabó siendo tan desastroso que, para la gala de 2012, la academia volvió a la tradición y (después del abrupto abandono de Eddie Murphy) volvió a llamar a Billy Crystal. Los espectadores entre 18 y 25 años estuvieron bostezando hasta el verano tras conocer la decisión.
SETH, AL RESCATE
Cuando se anunció que Seth MacFarlane sería el presentador de la próxima gala, que tiene previsto celebrarse el próximo 24 de febrero en el Dolby Theatre de Hollywood, hubo dos tipos de reacciones: los que aseguraron que se trataba de una cara demasiado desconocida para el gran público y los que se congratularon de estar ante un nuevo Bob Hope. La primera afirmación no es del todo cierta: MacFarlane es una cara que importa a ese segmento demográfico que los Oscar ansían más que nada en el mundo, los adolescentes y adultos jóvenes que encumbraron a Ricky Gervais en su memorable labor frente a los Globos de Oro en 2011. Con la diferencia fundamental de que el creador de ‘Padre de familia’ tiene una elegancia que parece chapada a la antigua, unas maneras de la vieja escuela que no escandalizarán a los fans veteranos y que, de alguna manera, conectan con la tradición de Hope.
MacFarlane es, además, el guionista mejor pagado de la televisión actual, creador y productor ejecutivo de tres éxitos en antena (‘Padre made in USA’, ‘El show de Cleveland’ y, por supuesto, la del bebé que habla), director de una de las comedias de la temporada (‘Ted’) y alguien con suficiente poder como para que la ABC le permita reactivar un tesoro nacional de la magnitud de ‘Los Picapiedra’. En suma, es alguien que sabe lo que el público quiere, que habla el lenguaje audiovisual de su época. Además, con la referencia pop como piedra angular de su universo creativo, no tenemos ninguna duda de que MacFarlane sabrá escribirse y contar un arsenal de chistes lo suficientemente vasto como para mantener las cosas interesantes durante las catorce horas de gala (nota: es posible que no sean tantas, pero lo parecen. Sobre todo cuando presenta Crystal).
Incluso los fans más acérrimos de MacFarlane se quedaron a cuadros cuando vieron publicado ‘Music Is Better Than Words’, un repaso al gran cancionero norteamericano que fue grabado sin la distancia irónica que caracteriza a sus producciones televisivas. Esta vez no era el perro Brian cantando un éxito de Hoagy Carmichael con intenciones paródicas: era Seth MacFarlane cantando desde el corazón. La crítica se cebó con lo que (de manera razonable) consideró un proyecto de vanidad, pero hay algo que resulta innegable: el tipo canta con estilo. Y es un estilo que le vendrá muy bien durante la próxima gala, que sin duda se beneficiará de una big band y de un repaso humorístico a las principales nominadas.
Para terminar, MacFarlane tiene algo que James Franco y Anne Hathaway no tenían: experiencia previa. Ha presentado algunos de los tradicionales Roasts del canal Comedy Central (incluyendo uno de los más memorables de los últimos tiempos: el que se celebró en honor de Charlie Sheen) y, sobre todo, secuestró la pasada ceremonia de los Emmys, cuando logró convertir un problema técnico en una clase maestra de improvisación y compostura. Es más que posible que esa aparición estelar sea la responsable de haberle conseguido a MacFarlane su puesto como maestro de ceremonias en el Dolby Theatre: está por ver si nos encontramos ante un hecho aislado o si, por el contrario, asistiremos al inicio de un nuevo reinado, similar al de Bob Hope, Whoopi Golberg o Billy “Ey, si todo sale mal siempre podrán llamarme a mí el año que viene” Crystal.