Celia Cruz, diez años sin reina
Diez años han pasado desde la muerte de la “Reina de la Salsa” y señora del “azúcar”, Celia Cruz. Mientras tanto, el mundo sigue esperando a la dama que pueda ocupar el trono que dejó vacío aquella cubana eterna.
El 16 de julio del 2003 fue el día en que la escena artística se declaró “de luto”, como señaló la cantante boricua Linda Caballero, más conocida como La India y señalada por muchos como su más digna sucesora, aunque otros como Israel López “Cachao”, el creador del mambo, vaticinara que “a una gloria tan grande no se podrá sustituir jamás”.
Cruz falleció en su residencia de la localidad de Fort Lee, Nueva Jersey, por un tumor cerebral, en compañía del que fuera su esposo durante casi 40 años, el trompetista Pedro Knight.
Su despedida en Nueva York fue blanca y radiante a pesar de la lluvia, a la altura del apodo que lució en vida, el de “Reina de la Salsa”. Blancos eran los caballos que tiraron de la carroza con el ataúd hasta la catedral de San Patricio y blancas también las rosas que lucieron en su honor miles de seguidores a lo largo de la Quinta Avenida.
A la entrada a la catedral, la bandera de su Cuba natal, y dentro, cientos de amigos y personalidades rindiéndole tributo, como el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, los actores Antonio Banderas y Melanie Griffith, compañeros como Patti Labelle, Willie Colón, Rubén Blades, Tito Nieves, Paquito D’Rivera y Jon Secada, y el locutor Paco Navarro, que la bautizó “Guarachera del Mundo”.
“Subió muy arriba, pero nunca se distanció de su pueblo. No hacían falta escaleras para llegar a ella”, afirmó el sacerdote en una misa que acabó al ritmo del jubiloso La vida es un carnaval, su mayor éxito y también la máxima que siguió en vida, con sus altos tacones y pelucas multicolor.
Solo unos días después, otras 50,000 personas se despedían de ella como “símbolo de la Cuba Libre” en Miami al clamor de “¡Azúcar!”, su grito de guerra escénico.
Después viajaría a su lecho definitivo, un mausoleo de mármol blanco con su nombre y una puerta dorada con la letra “C”, en el cementerio Woodlawn, en el Bronx, el condado neoyorquino de la salsa.
Años después allí fue enterrado también su esposo, Pedro Knight. “Es un día triste, pero a la vez de alegría porque [Pedro] se va con Celia”, afirmó entonces el productor Emilio Estefan.
Cruz inició su carrera artística tras ganar la final de un concurso radiofónico y, posteriormente, al sustituir a Mirta Silva como solista del grupo musical La Sonora Matancera.
En julio de 1960, el grupo salió de Cuba para actuar en México y Cruz nunca más regresó por su desacuerdo con el régimen castrista, iniciando un exilio de por vida que la hizo nacionalizarse estadounidense.
El régimen cubano no olvidó y, aunque la prensa del país se hizo eco de su muerte, consideró suficientes dos párrafos en páginas interiores para sintetizar la carrera de quien Chucho Valdés dijo que era “la sonera más grande que ha dado Cuba”.
Tras fijar en 1961 su residencia en Nueva York y grabar un disco con otra leyenda de la música, el puertorriqueño Tito Puente, el “Rey del Timbal”, firmó contrato con Fania, discográfica fundada para reunir a los músicos latinos en esa ciudad.
Durante los años siguientes, Cruz cantó junto a las grandes voces de la música caribeña, como Johnny Pacheco, Tito Gómez, Héctor Lavoe, Oscar D’León, Willie Colón, Olga Guillot y Rita Montaner, entre otros, y amplió su éxito en Europa y Latinoamérica.
Su actuación en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, en 1987, a la que asistieron 250,000 personas, fue registrada en el libro Guinness de los récords como la mayor congregación de personas en una plaza para asistir a un concierto.
En 1994 recibió de manos del entonces presidente Bill Clinton, la Medalla Nacional de las Artes de Estados Unidos, y en 1999 el Premio a la Herencia Latina de la Sociedad Americana de Compositores, entre los muchos galardones que logró en su vida, además de cinco premios Grammy.
Los reconocimientos no se detuvieron a su muerte. Libros, discos, exposiciones y hasta un musical han dado cuenta a lo largo de la última década del legado de la “Reina de la Salsa”.
Hasta siete álbumes se publicaron en los meses siguientes a su muerte, con ventas millonarias.
Además, se publicaron dos biografías, una relatada en primera persona, Celia, mi vida, y otra más controvertida, ¡Azúcar!, del periodista Eduardo Marceles, quien logró develar uno de los mayores enigmas en torno a su persona: su fecha de nacimiento.
“Celia era muy vanidosa con su edad. Siempre la escondía o la disfrazaba. En todas las crónicas que leí sobre ella había cualquier cantidad de fechas de nacimiento distintas”, explicó.
Según reveló Marceles, Cruz nació el 21 de octubre de 1925, en el Barrio Santos Suárez de La Habana.
“Fue una mujer valiente que tuvo que superar muchos obstáculos solo por el hecho de ser mujer, negra y pobre en un mundo musical dominado por los hombres”, indicó. EFE