Cada generación trae consigo códigos que cambian de manera radical el mundo del entretenimiento. La música no ha estado ajena a estos procesos que hacen más impredecible el futuro y los gustos del público. Para muchos, las décadas de los 70, 80 y 90 significaron el mayor brillo de una añorada etapa de oro de la música popular dominicana.
Eran los tiempos del merengue, con una notable solidez de las agrupaciones más diversas, y una generación de maestros como Dioni Fernández, Wilfrido Vargas, Bonny Cepeda, Ramón Orlando, Manuel Tejada, Jorge Taveras, Sonny Ovalle y Juancho Viloria, entre otros que formaron parte del cordón umbilical en un movimiento musical sin precedente, donde la creatividad y la preparación académica era notable.
Era una época dorada no solo para el ritmo de la güira y la tambora. Los salseros de grandes luces, baladistas (solistas) inolvidables y que aún se mantienen, el movimiento rockero en sus aguas y una creciente popularidad de la bachata mantenían la efervescencia en el mundo del arte y el espectáculo local.
Pero, hacia dónde ha ido esta industria en los últimos tiempos, cuál es la prioridad de las empresas patrocinadoras públicas y privadas, y qué está moviendo el mercado en momentos en que han languidecido las disqueras.
Urbanos, reyes del mercado
El boom del reggaetón y el dembow ha cambiado las reglas del juego con la bendición de la Internet. Mientras se consolidan como los más populares de las fiestas, los principales exponentes de este movimiento urbano están conscientes de que tienen una tarea pendiente por la calidad, especialmente con mejoras en las letras de sus canciones, que son enriquecidas por una caja de ritmos que permite componer, programar y reproducir patrones mediante un secuenciador interno y un generador de sonidos de percusión.
Maestros, como el pianista, compositor y escritor Rafael Solano, dicen que son muy respetuosos de los códigos de cada generación, pero no esconden su preocupación por el interés económico “peligroso” con el que se trabaja en la industria. Solano expresa que “lo que persiguen los artistas es tratar de hacer lo que atrae a la gente, lo que vende, y son capaces de hacer o decir cualquier cosa, es una especie de prostitución. Porque ya tú no tienes un valor cultural detrás de ti que te impulsa a trabajar con calidad, sino que estás pensando en que la producción se venda… Eso puede traer degeneración”, dijo el autor de “Por amor”, la canción dominicana de mayor proyección en el mundo. También criticó que “ya cualquiera se tranca en una habitación con una computadora y cree que hace música, pero no es tan simple así, no cualquiera va a hacer una música bien hecha”.
Afirma que “una persona no se atreve a crear una big band o una Super Orquesta San José con cuatro trompetas, cinco saxofones, si el productor te tranca el juego diciendo que no va a gastar su dinero en eso porque la gente no irá y prefiere hacer cosas pequeñas. Pero no es porque no le gusta a la gente, hay mucha confusión, a muchas personas les gusta la música buena”.
¿Está en crisis el merengue? Solano no está de acuerdo con los que promueven esta idea, y más bien cuestiona el respaldo a favor de la identidad musical del país. “En crisis se pudiera decir si la gente no le gusta, que ha perdido el interés, y no es así. Donde se toca merengue de inmediato todo el mundo se para a bailar”, sostiene este autor de más de un centenar de composiciones de diversos géneros románticos, folklóricos, corales, religiosos y de merengue .
Sin embargo, el merenguero Krency García, mejor conocido como “El Prodigio”, entiende que frente a este dominio urbano los intérpretes de otros géneros deben aprender a retroalimentarse sin perder su esencia y calidad para llegar a la juventud. “Eso yo no lo critico (la música urbana). Eso que es sencillo puede ser también una forma de arte bien realizada; porque por ejemplo, en la universidad de Berklee dan clases de música electrónica, de cómo hacerla, cómo manejar los softwares para hacerlo y cómo llevar a cabo una cosa con mucho más profesionalidad, bien elaborada”, indicó. “Hay que estar abierto a las nuevas corrientes y nuevos requerimientos, yo soy fiel amante de experimentar cosas nuevas dentro de la música y pienso que siempre habrá cosas buenas y regulares, algunas que carezcan de sentido y otras bien planteadas, con buen fundamento, y los avances de la tecnología lo que hacen es que son una herramienta más para el que quiera hacer una cosa bien hecha”, sostuvo El Prodigio.
Tarea pendiente
Una de las tareas pendientes es lograr que definitivamente se apruebe el proyecto de ley que protege, estimula, preserva e impulsa la difusión de la música dominicana (Ley de Música), con el cual se crearía el Instituto Dominicano de la Música (Indomusica), que tendría una Productora Nacional de Música, y la Procuraduría para la Defensa de la Música Dominicana. El proyecto, autoría del diputado y cantautor Manuel Jiménez, persigue proteger, difundir y conservar la música de los autores, compositores e intérpretes nacionales, en especial a los artistas y autores que no están amparados por un contrato que preserve sus obras, aquellos que no están protegidos por sellos disqueros privados, creadores y herederos o promotores de música dominicana. También se busca promover la creación de orquestas, coros, grupos musicales y bandas instrumentales; así como lograr mayor respaldo en la radio.
A favor de más espacios para la promoción
El maestro Rafael Solano, quien publicó recientemente el libro “Música y pensamiento: Crónicas y reflexiones de un músico dominicano” (auspiciado por el Banco Central), indicó que para darle promoción a géneros como el merengue y la bachata se deberían escoger espacios como la Ciudad Colonial para mantener un programa artístico que eduque a la gran cantidad de turistas extranjeros sobre la música que identifica a los dominicanos, así como se organizan las noches de jazz.