El último vuelo de Air Berlin
“Voy a guardar este billete como un recuerdo, lo voy a plastificar, pero el último corazón rojo de chocolate me lo voy a comer, para terminar con una sonrisa”. Estas eran las palabras de Thomas tras aterrizar hoy, por última vez, en un vuelo de Air Berlín.
Thomas y su esposa Henna dicen que deben a Air Berlín los años más felices de su vida, porque fueron los vuelos baratos de esta compañía aérea los que les animaron a comprar una casa en Mallorca cinco años antes de la jubilación, todavía en los 90. «Ha sido estupendo poder ir y venir con esa facilidad, nos ha permitido disfrutar del sol y del clima de Mallorca y a la vez estar cerca de nuestros hijos y nuestros nietos», explica Henna emocionada, reconociendo que han decidido, tras el cierre de la compañía, vender el piso de Mallorca y establecerse definitivamente en Alemania. «Han sido unos años preciosos, no los olvidaremos nunca, pero se cierra una etapa que no nos imaginamos sin Air Berlin».
La aerolínea alemana, que acuciada por las deudas y en una situación financiera insostenible desaparece hoy para ser vendida por partes a otras compañías de la competencia, opera sus últimos vuelos rezumando emociones y recuerdos, tras 38 años surcando los cielos. Más allá de las cifras y las decisiones empresariales, los últimos vuelos de Air Berlin demuestran que detrás de las empresas hay historias humanas y vida compartida. Proyectos e ilusiones, como las de Bettina, azafata de vuelo durante más de 30 años y que ha escrito hoy sobre el fuselaje del último avión un enorme «GRACIAS» con un rotulador rojo. «Después de los primeros seis meses de prueba, cuando mi contrato fue ya fijo, mi novio y yo tomamos la decisión de casarnos. Parece que fue ayer, todo ha sucedido muy rápido, pronto nació mi hijo Alexis, que ha crecido entre vuelo y vuelo», relata. Bettina regalaba a su hijo un corazón de chocolate de Air Berlin después de cada travesía y Alexis se prepara hoy en día para ser piloto. «Yo fantaseaba con la idea de que alguna vez mi hijo pilotase uno de estos aviones y ahora sé que eso no pasará. Bueno, hay muchas otras aerolíneas, no lo lamento tanto por él, pero sí por muchos otros compañeros más jóvenes que yo y cuya trayectoria personal queda truncada», lloriquea en el aeropuerto de Tegel, aferrada a una copa de champán con la que la tripulación ha querido despedir los últimos momentos de trabajo conjunto.
«En este día triste, Air Berlin agradece a todos sus trabajadores, socios y pasajeros que durante muchos años nos otorgaron su confianza», reza el comunicado de despedida publicado por la empresa y que ha sido leída por los comandantes de vuelo en todos los últimos trayectos. «Air Berlin les desea siempre aterrizajes felices y ¡qué les vaya bien! en nombre de todos los empleados». «Quiero demostrar a todos que sigo a bordo hasta el último minuto», decía por su parte y entre lágrimas el jefe, Joachim Hunold, que a sus 68 años y como buena parte de la plantilla, enlaza este fin de trayecto con la jubilación.
«Adiós a un tiempo maravilloso»
Fundada a finales de los años 70, Air Berlin era hasta ahora la segunda mayor aerolínea germana, por detrás de Lufthansa. En agosto se declaró insolvente y desde entonces garantizaba sus servicios gracias a un crédito estatal de 150 millones de euros garantizado por el Estado alemán. «Esperanzas, sueños, la nostalgia por estar lejos y el amor a viajar volaron siempre con nosotros y generaron miles de historias», se despide la compañía después de haber transportado a más de 500 millones de pasajeros desde 1979. Hace dos semanas, Lufthansa anunció la adquisición de gran parte de la empresa y Air Berlin confía en que alrededor de un 80%de sus 8.000 trabajadores sean contratados por otras empresas. Lufthansa ya comunicó que emplearía a cerca de 3.000 de ellos en su filial de bajo coste Eurowings.
El último vuelo, un Airbus A320 de 178 plazas que volaba desde Múnich a Berlín, llegaba completamente lleno y la mayoría de los pasajeros reconocía ya con los pies en el aeropuerto de Tegel que había comprado ese billete por motivos emocionales. Stefan, de 55 años y asesor fiscal de profesión, voló con una camiseta en la que había hecho imprimir el logo de Air Berlin y las palabras «aquí me despido de un tiempo maravilloso». Aunque evita dar detalles, la camiseta tiene que ver con una relación amorosa vivida a medio camino entre las dos ciudades. «Esto no era solo una compañía aérea, era también una aventura empresarial, la prueba de que se podían hacer las cosas de forma distinta, sin el poder de las grandes aerolíneas que lo controlaban todo», lamenta el empresario del sector turístico Karlheinz Kögel, que también volaba expresamente «para poder decir que yo estuve allí, en el último vuelo de Air Berlin».