Kanibarú: donde inicia el Carnaval Dominicano
Los pasos sobre el escenario detrás del telón transmitían la emoción que viven los pueblos al celebrar con alegría el carnaval. “Kanibarú”, la “Competencia Nacional de Comparsas” este 2019 mostró sueños, pasión, unión y deseos de lograr marcar la diferencia en el mundo del arte; todo se vio en la ciudad corazón.
Eran las 8:00 de la noche y el brillo de la actividad inició con el vestido de Brenda Sánchez, directora del espacio que dio apertura el pasado sábado 2 de febrero al carnaval dominicano, el Gran Teatro del Cibao. Ese brillo que más adelante estaría en los trajes típicos e invenciones acordes al tema que eligieron las comparsas, ser estrellas era una de las metas.
”El show debe comenzar” fueron las palabras que dieron inicio oficial a la actividad. Apagaron las luces del escenario, y abrieron el gran telón repleto de bailarines en todo su esplendor bajo el ritmo del merengue. Rojo, naranja, amarillo, verde y violeta: era carnaval y los rostros sonrientes al bailar y disfrutar uno de los legados culturales más asombrosos, cientos y cientos de personas en un solo lugar apreciando por tercer año el sueño de dos santiagueras, Kanibarú.
El Seibo
El primer grupo que subió al escenario estaba formado por los integrantes que tardaron horas para llegar a la Ciudad Corazón, más de 70 bailarines provenientes de El Seibo fueron los primeros en mostrar su capacidad para lograr sus sueños; Bonao, Haina, San Cristóbal y otras provincias dijeron presente, también.
Jóvenes sin importar su edad, color, economía… se encontraban en el Gran Teatro de Cibao, con un mismo propósito: más que una competencia de comparsas, Kanibarú fue un llamado a las autoridades a rescatar el arte, la cultura y las tradiciones en todo el país.
La introducción de cada grupo llevaba un aspecto en común, y eran los límites económicos que tuvieron que enfrentar para lograr su deseo.
A pesar de las adversidades, sus trajes eran vistosos, desde el inicio las comparsas pudieron transportar al público desde el Cibao a Broadway, para admirar todo el talento y esfuerzo de jóvenes dominicanos. Eran sus colores, el brillo, la fantasía, las flores, hasta la ciencia ficción, y sus pesadas máscaras que hacían honor a las raíces dominicanas, porque ¡eso es carnaval!.
Con los minutos, el escenario iba cambiando. Eran calles dominicanas, junglas, bosques, o algún punto geográfico de África.
A las 9:04 la noche eran visibles las gotas de sudor en los maestros de ceremonia. Más de 100 personas no lograron entrar al teatro, y un grupo se encontraba sentado en las escaleras del Gran Teatro del Cibao. Se observó de todo, desde la caída de una bailarina, hasta la caída de una computadora que dejó a la comparsa de Puerto Plata sin música, y los llevó a empezar desde cero otra vez.
No solo eso, también Santo Domingo sufrió las adversidades de la competencia, no lograron tener sus trajes para la presentación, pero salieron con la frente en alto con la ropa de ensayo, y recibieron los aplausos bien merecidos; otros grupos mostraron grandes trajes, pero su carta debajo de la manga fue la presencia de la figura conocida como “La Kisty”.
La imaginación no tuvo límites. Volaron globos en forma de palomas llenos de helio, como también desorientadas palomas blancas de carne y hueso, en el interior teatro.
Cerca de la media noche el equipo de producción hacía señales para que se extendiera la conversación de los maestros de ceremonia, pues se acercaba la próxima comparsa, un grupo con una propuesta sobre extraterrestres.