Estudian las conexiones cerebro-intestino y descubren por qué el estrés produce úlceras de estómago
Los neurocientíficos del Instituto del Cerebro de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, han rastreado las vías neuronales que conectan el cerebro con el estómago, proporcionando un mecanismo biológico para explicar cómo el estrés puede fomentar el desarrollo de úlceras de estómago.
Los hallazgos, publicados esta semana en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, construyen una base científica para la influencia del cerebro sobre la función del órgano y enfatizan la importancia de la conexión cerebro-cuerpo.
Hasta ahora, la investigación que explora la interacción intestino-cerebro se ha centrado en gran medida en la influencia del intestino y su microbioma en el cerebro. Pero no es una calle de sentido único: el cerebro también influye en la función del estómago.
“Pavlov demostró hace muchos años que el sistema nervioso central utiliza señales ambientales y experiencias pasadas para generar respuestas anticipatorias que promueven una digestión eficiente –recuerda Peter Strick, director científico del Brain Institute y presidente de neurobiología en Pitt–. Hace tiempo que sabemos que cada aumento en el desempleo y su estrés asociado se acompaña de un aumento en las tasas de mortalidad por úlceras estomacales”.
Para encontrar regiones cerebrales que controlan el intestino, Strick y su coautor David Levinthal, profesor asistente de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición en Pitt, utilizaron una cepa de virus de la rabia para rastrear las conexiones del cerebro al estómago.
Después de ser inyectado en el estómago de una rata, el rastreador viral regresó al cerebro saltando de neurona en neurona, usando el mismo truco que el virus de la rabia usa para infiltrarse en el cerebro después de entrar en el cuerpo a través de una mordedura o un arañazo, para revelar las áreas cerebrales que ejercen control sobre el estómago.
Strick y Levinthal descubrieron que las vías parasimpáticas (descanso y digestión) del sistema nervioso se remontan desde el estómago principalmente a una región cerebral conocida como ínsula rostral, que es responsable de la sensación visceral y la regulación de las emociones.
“El estómago envía información sensorial a la corteza, que envía instrucciones de vuelta al intestino –señala Strick–. Eso significa que nuestros ‘instintos’ se construyen no solo a partir de señales derivadas del estómago, sino también de todas las otras influencias en la ínsula rostral, como las experiencias pasadas y el conocimiento contextual”.
En contraste, las vías simpáticas (“lucha o huida”) del sistema nervioso central, que se activan cuando estamos estresados, se remontan principalmente desde el estómago hasta la corteza motora primaria, que es el asiento del control voluntario sobre Los músculos esqueléticos que mueven el cuerpo.
Identificar estas vías neuronales que conectan el cerebro y el estómago podría proporcionar nuevas ideas sobre los trastornos intestinales comunes.
Por ejemplo, la infección por ‘Helicobacter pylori’ generalmente desencadena la formación de úlceras, pero las señales descendentes de la corteza cerebral podrían influir en el crecimiento de la bacteria al ajustar las secreciones gástricas para que el estómago sea más o menos hospitalario para los invasores.
Estas ideas también podrían cambiar la práctica clínica de gastroenterología. Saber que el cerebro ejerce control físico sobre el intestino brinda a los médicos una nueva forma de abordar los problemas intestinales.
“Varios trastornos intestinales comunes, como la dispepsia o el síndrome del intestino irritable, podrían no mejorar con los tratamientos actuales –Levinthal, quien también es gastroenterólogo en UPMC–. Nuestros resultados proporcionan objetivos corticales que serán críticos para el desarrollo de nuevas terapias basadas en el cerebro que podrían ser útiles para nuestros pacientes”.