Acusan a Scotland Yard de ocultar que había un asesino en el metro de Londres
El criminal se llamaba Kiernan Kelly, era un vagabundo violento y alcoholizado, que pudo matar a 18 personas.
Es una historia que roza lo inverosímil y que de ser cierta deja en muy mal lugar la reputación de Scotland Yard. Un ex detective del cuerpo, Geoff Platt, de 60 años, asegura que sus superiores echaron tierra en 1984 sobre las sospechas de que un vagabundo había matado a 18 personas en el metro de Londres en los años setenta. Sus jefes desdeñaron una investigación a fondo «porque querían evitar la ola de pánico que se levantaría al saber que había un asesino en serie en el metro».
El criminal se llamaba Kiernan Kelly, era un vagabundo violento y alcoholizado, que vivía a salto de mata en el barrio de Clapham Common, al Sur de Londres. En 1984 fue detenido por un robo y encerrado en una celda con otro sin techo. Kiernan lo mató porque roncaba, de una manera brutal, golpeando su cabeza contra el suelo y estrangulándolo con unos calcetines. El detective Platt lo interrogó y en el subidón de adrenalina, «orgulloso del asesinato», asegura que le confesó que también había matado a 18 personas arrojándolas a las vías en la línea Northern del metro londinense.
Platta, que acaba de publicar un libro sobre aquellos hechos, titulado «El asesino en serie del metro de Londres», cuenta que en el primer momento acogió la confesión del vagabundo con incredulidad. Pero luego al cotejar las noticias comprobó que en efecto se había producido un número inusual de suicidios en la línea Norte, y lo peor: Kiernan casi siempre aparecía cerca.
A raíz del asesinato de la celda se pudo establecer que Kiernan ya había matado a otro vagabundo a navajazos en Clapham, en 1975, crimen por el que en su día había sido interrogado como sospechoso sin que la indagación fuese a más. Esas dos muertes le costaron una cadena perpetua, aunque no murió en prisión.
Lo notable es que la justicia anduvo una y otra vez cerca de él, pero salió libre por falta de pruebas. Se le juzgó por el asesinato de un sin techo en el Soho de Londres, al que mutilaron genitalmente. Pero fue absuelto, porque su defensa se acogió a que el testigo único que lo incriminaba estaba bebido cuando vio el ataque. En 1982, dos años antes de matar a su compañero de celda, fue acusado de intentar empujar a un anciano a las vías del metro en la estación de Kensington, barrio elegante de Londres. De nuevo no se lograron cerrar las pruebas y salió libre.
La Policía Británica del Transporte ha acogido las revelaciones del detective Geoff Platt con una cierta displicencia. Dice que esas acusaciones y eran conocidas, alega que es muy difícil probar algo después de tantos años y le pide que si tiene algo concreto que lo aporte. En su día la investigación se vio dificultada porque todavía no se había instalado el circuito cerrado de televisión, que hoy controla cada recoveco del metro londinense.