Agua helada para recuperar recuerdos perdidos
Un descubrimiento de científicos argentinos. Hace tiempo que se sabe que un shock emocional puede hacer que un recuerdo quede incrustado en la memoria: la mayoría de las personas se acuerdan donde estaban cuando se enteraron de algo que los conmocionó, como la muerte de la princesa Diana de Gales o los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Ahora, un grupo de científicos en la Argentina descubrió que este tipo de sobresaltos también pueden servir para recordar cosas que se creían olvidadas.
Los investigadores del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Ifibyne) de la Universidad de Buenos Aires publicaron sus hallazgos en la prestigiosa revista científica Neuroscience.
Los expertos, del Laboratorio de Neurobiología de la Memoria, ya habían realizado este descubrimiento en animales pero ahora confirmaron su teoría en personas.
Los biólogos, Veronica Coccoz, Héctor Maldonado y Alejandro Delorenzi, trabajaron con 125 voluntarios y utilizaron el frío intenso para generar un shock similar al que se produce ante una fuerte sacudida emocional.
Delorenzi le explicó a BBC Mundo que en el campo de la neurobiología es común utilizar el frío para generar esta forma de estrés leve pero aguda, que lleva al cuerpo a liberar glucosa y una serie de hormonas que son centrales para la modulación de la memoria.
“Ya se sabía que estas sustancias actúan en áreas del sistema nervioso central cuando se consolidan las memorias y las convierten en memorias fuertes, que van a durar mucho tiempo”, señaló.
La novedad fue confirmar que estas mismas sustancias también pueden ayudar a recuperar recuerdos olvidados.
Alejandro Delorenzi y Veronica Coccoz, junto con Héctor Maldonado, trabajaron con 125 voluntarios.
Para comprobar esta hipótesis, el equipo de investigadores le mostró a los voluntarios una serie de estímulos: una combinación de luz, música e imágenes. Y, luego, se les pidió que se aprendieran una lista de sílabas.
Seis días más tarde, los neurobiólogos volvieron a exponer al grupo a los mismos estímulos de luz y música, pero interrumpieron la experiencia antes de mostrar las imágenes.
Además, le pidieron a los sujetos que sumergieran el brazo en un recipiente de agua. Un grupo lo hizo en agua templada, la otra mitad en agua helada.
Entonces se les preguntó a los voluntarios si recordaban las sílabas aprendidas seis días atrás. Ninguno las recordaba correctamente.
Al día siguiente, se volvió a convocar al grupo entero y se les volvió a mostrar el estímulo de luz, música e imágenes. Luego, se les preguntó nuevamente si podían recordar las sílabas aprendidas una semana antes.
Sólo una minoría (20%) de quienes habían sumergido el brazo en agua templada recordó correctamente la lista. Pero la vasta mayoría (un 80%) de quienes habían tocado el agua helada –recibiendo el shock de estrés- recordó la secuencia de sílabas, que había creído olvidadas.
El doctor Delorenzi le dijo a BBC Mundo que, además de ser sometidos a un shock, es necesario que los sujetos reciban un “recordatorio” asociado, para poder rememorar lo que se creía olvidado.
Para eso es que se usaron los estímulos de luz, música e imágenes. La clave, explicó el neurobiólogo, es que cuando se quiere recuperar el recuerdo perdido se realice una alteración de ese recordatorio.
En este caso, primero se mostró una secuencia de luz, música e imágenes, y, en la segunda instancia, se interrumpió esa secuencia, para que el recordatorio fuera diferente.
Es esa novedad la que hace que el recuerdo se haga “lábil” (una definición que usan los expertos para describir la reactivación de ese recuerdo).
“Lo llamativo es que los sujetos aseguraban no tener más el recuerdo de las sílabas aprendidas, pero en efecto ese recuerdo se había reactivado, porque al día siguiente lograban recordarlas”, afirmó Delorenzi.
Para el especialista, este hallazgo podría ayudar a develar algunas incógnitas que se tienen respecto a los defectos de memoria, ya que permitiría investigar si el problema está en el “almacenado” de la memoria, o simplemente en la capacidad del sujeto para “expresar” ese recuerdo –es decir, para ser consciente de tenerlo-.
“Creemos que esto va a aportar mucho a la persistencia de la memoria, a poder recordar”, señaló el experto, aclarando –no obstante- que quedará en manos de otros buscar aplicaciones prácticas para el hallazgo.
El paso siguiente de estos científicos es realizar los mismos experimentos pero probando extensiones de tiempo más largas.