Cantinflas hoy cumpliria 100 años
Considerado como un referente del humor mexicano en el mundo, el talento de Mario Moreno es recordado no sólo por sus dotes para la comedia, sino por sus discursos cargados de un sentido social.
Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes nació el 12 de agosto de 1911 en el barrio Santa María la Redonda de la Ciudad de México. Es, hasta la fecha, el cómico más importante de nuestro país, irremplazable según consideraron los saltillenses en una encuesta de VANGUARDIA.
Y es que Cantinflas hizo reír a chicos y grandes a través de su representación, con conocimiento de causa, de un “peladito” de barrio –“Yo soy pueblo. Sé las necesidades del pueblo, conozco al pueblo”, le dijo a Jacobo Zabludovsky en 1967–. Sus pantalones holgados, una soga como cinto y un pincelazo de bigote fueron parte de esta imagen icónica, pero su éxito se le atribuye a su ingeniosa manera de utilizar el lenguaje. Porque hablar tanto y en apariencia no decir nada, y hacerlo con gracia, sencillez y astucia, sólo Cantinflas.
“Con cualquier otro cómico estos parlamentos hubiesen sido extraordinariamente penosos, con Cantinflas adquieren brío, convicción, la fuerza de la épica del sin sentido”, señaló Carlos Monsivais en 1997, durante el primer Congreso Internacional de la Lengua Española.
Su talento lo hizo dar el salto de las carpas al teatro y luego al cine, a mediados de los 30. Su debut en la pantalla grande fue en 1936 con “No Te Engañes Corazón”, pero fue hasta 1940, con la cinta “Ahí Está el Detalle” –una de sus más famosas frases, además–, cuando su carrera comenzó a despuntar. A esta película le siguieron grandes éxitos como “Un Día con el Diablo”, “¡A Volar Joven!” o “Si Yo Fuera Diputado”.
Sus filmes cargados de locuciones francas, juguetonas e inteligentes, se convirtieron en referentes del humor mexicano en el mundo entero. “El que esté libre de pecado que arroje la primera teja… creo que no era teja, pero de todas maneras descalabraba”, dijo en “El Padrecito” (1964), película que incluye una memorable escena donde toca el “Ave María” al ritmo de un rock.
La mayor parte de estas frases no estaban en los guiones originales y Moreno las improvisaba en el set. “Era un maestro de la improvisación”, señaló Lucía Méndez, quien trabajó con él en “El Ministro y Yo”. “Pero también enseñó que el humor debe ser preciso, no se le debe agregar al chiste innecesario, nada de risas ni expresiones de más”, añadió la actriz.
“La justicia llega, tarde pero llega. Lo que pasa es que como es ciega pues no sabe por dónde anda”, dice en “El Analfabeto”; “Pero ya con un hombre hecho y derecho como yo, un hombre adúltero, ya las cosas cambian”, dice en “El Extra”, antes de enfrentarse al “niño” Chabelo, Javier López, uno de tantos actores de renombre con los que compartió escena.
“¿Van a pelear como lo que son, o como caballeros?”. “¡Como machos, con fuerza bruta!”. “Entonces como lo que son” (“El Portero”). “Porque hasta de los que rebuznan se pueda aprender, siempre y cuando rebuznen con buena intención” (“Don Quijote Cabalga de Nuevo”). “Caray, ya ni la muela don Seba, ¿cajón con g?” (“Su Excelencia”). Mario Moreno Cantinflas aún desata carcajadas en cada frase, en cada filme. Su comedia es ejemplar, blanca, inteligente y grandiosa, coinciden expertos y cibernautas, jóvenes y viejos, actores y público de todo Latinoamérica.
El Charlie Chaplin de México: Un predicador
Si a sus 100 años Cantinflas viviera, se volvería a morir, pero quizá de tristeza, coraje o frustración. Si hace 70 años el cómico se manifestaba con impetuosos discursos en sus películas, ahora tal vez le faltarían las palabras para formular alocuciones de protesta. Y esto es casi imposible de imaginar si se trata del hombre que acuñó y legitimó el verbo cantinflear –“Hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada”, según la Real Academia Española.
Y es que a Mario Moreno se le conoció también como “El Charlie Chaplin de México” (cómico al que admiraba) no sólo por sus cualidades de mimo, sino por el mensaje político-social que incluía en gran parte de sus filmaciones.
A Cantinflas, no hay duda, le encantaba dar discursos. Algunas veces externaba sus ideologías como parte de la comedia: “Aquí entre nos, ¿te has echado a algún cristiano?”. “¡No padre!”. “¿Le has quitado sus centavitos a alguien?”. “No soy un ladrón padre”. “¿Te has metido en política?”. “No, no padre”. “¡Ya ves, tus pecados no son tan graves!”, decía en “El Padrecito”.
Pero en muchas ocasiones, Cantinflas utilizó sus cintas para hacer públicas sus convicciones. Ya fuera en un púlpito, tarima callejera o podio de congreso; detrás de un escritorio, en un juzgado o a través de un mensaje de guerra en la radio, Mario Moreno mostraba más de sí mismo y menos del cómico.
En el “El Padrecito” ofrece un sermón sobre los “verdaderos” católicos; en “Si Yo Fuera Diputado” critica a los políticos corruptos y negligentes; en “El Profe” defiende la auténtica vocación del maestro; en “Un Día con el Diablo” graba en la radio un mensaje patriótico para la nación en guerra.
Pero es el extenso discurso que brinda como embajador en la cinta de 1967, “Su Excelencia” –que aunque ficticio, trascendió como un referente de la oratoria política en México– el que lo marcó como hombre de ideales firmes y justos.
“Es verdad que está en manos de ustedes, de los países poderosos de la tierra, ¡Verdes y Colorados!, el ayudarnos a nosotros los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas militares”, apuntaba en aquella memorable escena, de casi 18 minutos.
Cabe destacar que Cantinflas fue uno de los primeros mexicanos en defender abiertamente los derechos de los hispanos en Estados Unidos. El discurso continúa así: “Ayúdennos pagando un precio más justo, más equitativo por nuestras materias primas… Ayúdennos respetando nuestras costumbres, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra personalidad como naciones, por pequeños y débiles que seamos; practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad, que nosotros sabremos corresponderles, pero dejen ya de tratarnos como simples peones de ajedrez en el tablero de la política internacional”.
El alma de México: luchador social
Mario Moreno, siempre lo dijo, nació en una familia humilde. De joven fue boxeador, torero y hasta soldado de infantería, pero encontró su vocación en el espectáculo, en las carpas de circo.
En una de ellas conoció a su única esposa, la rusa Valentina Ivanova, con quien contrajo nupcias en 1934. En el 61, el matrimonio adoptó a su único hijo, Mario Moreno Ivanova. Cinco años después, Valentina falleció.
Aunque devastado, Mario Moreno continuó con su vida y su carrera hasta 1981. Al retirarse, el cómico se dedicó a la filantropía. Ayudó a diversas organizaciones humanitarias, sobre todo las que apoyaban a la niñez. México lo respetaba y lo admiraba por esta encomiable labor.
Murió a causa de cáncer de pulmón el 20 de abril de 1993, a los 81 años. Miles de personas se reunieron en un día lluvioso para su funeral, uno de los más concurridos de la historia de México.
Unos meses antes de su deceso recibió un homenaje en Houston, Texas. Aunque se miraba desmejorado, el cómico habló en la que sería una de sus últimas entrevistas. Se definió como un “humanista” con un mensaje claro para la sociedad: “nunca hay que dejar de reír”.
“En mis películas siempre ha habido un mensaje social y más que nada, humano. Porque mi personaje es muy humano. Por eso hay ese mensaje y lo habrá siempre… Mi trayectoria artística, me siento muy orgulloso de ella. Porque he podido brindar al público alegría y felicidad, y risa, que es lo que yo quisiera decirles, que nunca se les olvide reír, y que sean ustedes muy felices, pero muy felices”.
Han transcurrido 18 años desde su deceso. Un siglo de su natalicio. Ojalá las nuevas generaciones no dejen de reír con sus películas y no dejen de escuchar sus discursos en pos de la paz, la justicia y la igualdad. Porque un siglo no es mucho, ni es poco, es bastante para recordar a Mario Moreno, al querido Cantinflas.
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