¿Cenar barato en Roma? Sí, es posible
El ritual del aperitivo italiano, destinado a abrir el apetito en horas vespertinas con bebida y un picoteo, ha evolucionado hasta dar lugar al concepto de “apericena”, opción barata a base de bufé libre para la última comida del día.
Trazar los orígenes del aperitivo en Italia es remontarse hasta Turín en 1786, cuando se cuenta que el destilador Antonio Benedetto Carpano ideó el vermú mediante la combinación de vino blanco Moscato con varias hierbas y especias, un cóctel ligero en alcohol y amargo en sabor que combinaba perfectamente con aperitivos salados.
La idea, un preludio que estimulase el apetito antes de la cena, sin el fin de reemplazarla. Así, pronto se popularizó, especialmente en el norte del país, la previa toma de un cóctel, clásicos son el Spritz Aperol o el Campari, servido a cuenta del local junto a un piscolabis como olivas, patatas, distintos embutidos o “focaccias” (pan plano con especias o tomate).
Si el aperitivo se orquesta con centenaria antigüedad cual opereta en las regiones más septentrionales de Italia, iniciándose su práctica entre las cuatro y media y las cinco de la tarde, a la capital italiana, en cambio, “llegó lentamente”, cuenta la romana Rafaela Bachetti. “Los romanos son más callejeros y siempre han preferido directamente salir a cenar fuera”, describe a Efe Bachetti sobre los ciudadanos de una urbe en la que la clásica costumbre “era y continúa siendo el desayuno en el bar, el café con el ‘cornetto’ (cruasán con o sin relleno de crema o mermelada)”.
“En Roma, el aperitivo ha tenido éxito en el momento en que llega la crisis” y se volvió “impensable” como lo era antes, “cenar por quince euros una pasta o pizza, dulce, y una birra (cerveza) o copa de vino”, explica.
Es entonces cuando, a su juicio, a fin de “mantener la tradición y que la gente siga saliendo a la calle” se ha reforzado el concepto del aperitivo. Un “aggiornamento” (actualización) que se ha denominado “apericena” (por aperitivo y cena) y que obviamente ha tenido éxito, hasta tal punto que el término fue incluido en el Diccionario de la lengua italiana Zingarelli en el año 2011.
Con exitoso calado entre los jóvenes cuando no tienen “bastante dinero”, afirma Elena Gualandi, arquitecta local, que reitera que hoy “cenar en un restaurante en Roma es bastante caro”. “Vas con tus amigos, y comes y bebes por diez euros. No cenas de verdad pero te llenas”, declara mientras degusta un viernes a las ocho y media de la tarde una “apericena” en un céntrico local.
El establecimiento lo llenan parejas y grupos de una media de edad de treinta años, y el promedio es que la gente se levante a rellenar su plato unas cinco veces, explica a Efe el camarero Angel Mance.
Por once euros si se bebe un Spritz o diez si es cerveza, están dispuestas bandejas con calabacín en tempura, macarrones con tomate, aros de cebolla, “fritata” (un tipo de tortillas con diferentes rellenos), hojaldre con salchicha, cuscús, “patatine” (patatas fritas), orzo (pasta con forma de granos de arroz) o sandwiches de jamón y queso.
Una oferta que, según asegura la empleada del local Chiara Manalo, se cambia dos veces por semana. “La comida es muy normal pero el precio está bien”, opina el español afincado en Roma, Eduardo Terrón, quien dice, no obstante, que “únicamente va de ‘apericena’ cuando viene alguna visita de fuera” si no, prefiere ir a un restaurante”.
Por lo mismo se decanta Bachetti para quien “si alguien me dice que vamos de cena soy más feliz, elijo la comida”. No obstante, y aunque clama ante neologismos como “aperisushi” o “aperidinner”, y recela de la calidad de la comida de algunos establecimientos, la romana reconoce que la “apericena” “es una opción barata para cenar” en una urbe en la que, anota, “han subido un montón los precios” tras la crisis económica.
Y en esta línea, recomienda para degustarla las zonas de Campo de Fiori, Pigneto, Trastevere, Ostiense, la zona universitaria de San Lorenzo y Prati. / EFE