Cómo poner en pie los tres pilares de la felicidad
Al igual que muchas de las personas del mundo del coaching, la filosofía oriental y la programación neurolingüística, la escritora madrileña Mónica Esgueva procede del aparentemente alejado mundo de los negocios. Tras estudiar Ciencias Económicas y un máster en Comercio Exterior, estuvo dando clases en una Escuela de Negocios en París, hasta que se dio cuenta de que no pintaba nada en ese trabajo: “No era mi vocación.
Tenía un trabajo y un sueldo con el que vivir y pagar las facturas, pero no hacía lo que me gustaba. De forma paralela siempre me gustó la psicología, la filosofía y la espiritualidad. Di el paso y abandoné el trabajo para dedicarme de lleno a escribir, dar conferencias y trabajar como coach sin saber si iba a funcionar. Pero ha funcionado. Al final, si crees en lo que haces, las cosas acaban saliendo bien tarde o temprano”.
Ayer Esgueva presentó su tercer libro, Los tres pilares de la felicidad (Oniro), que más que hablar de la felicidad, habla de la mente. Para Esgueva, la mente (que, asegura, no es lo mismo que el cerebro) es la llave de nuestra felicidad, y entender cómo funciona y cómo podemos entrenarla, nos puede ayudar a alcanzar el bienestar que tanto anhelamos. Pero todo esto requiere un gran cambio que no todo el mundo está dispuesto a afrontar. “En mis consultas de coaching lo veo muchísimo”, cuenta Esgueva a El Confidencial. “La gente viene buscando un cambio cuando ha tenido una crisis, cuando no le quedaba más remedio. Solemos esperar a que venga alguien a solucionarnos la vida, o a que las cosas cambien por si solas, pero son muy pocos los que toman las riendas de su vida. Nos cuesta mucho salir de nuestros patrones. Cambiar es complicado, es más fácil esperar a que las cosas cambien”.
Una nueva espiritualidad
En el libro, Esgueva profundiza en los tres pilares que, en su opinión, deberíamos trabajar para que nuestra mente nos otorgue la felicidad: el inconsciente, el enfoque filosófico oriental y los descubrimientos de la neurociencia. En su opinión, aunque la ciencia ha avanzando enormemente en el conocimiento del cerebro, siempre habrá una parcela que no pueda investigar: “No se ha demostrado científicamente que cerebro y mente sean lo mismo. La conciencia no es algo material. Hay ciertas cosas que no se pueden reproducir en laboratorio: el amor, la compasión, la ira… Hay cosas que existen y no podemos comprobar. La filosofía oriental siempre ha visto la mente desde una óptica interna y la occidental desde una visión externa. Son visiones complementarias, pero la neurociencia, de momento, no lo acepta”.
Según la escritora, para alcanzar esta trascendencia que considera necesaria debemos diferenciar la espiritualidad de la religión. En su opinión las religiones están en decadencia porque son demasiado dogmáticas, y cada vez menos personas encuentran respuestas en ellas. La espiritualidad, asegura, es algo distinto, y está creciendo. “La gente”, explica, “busca una conexión directa con la trascendencia, con el más allá, sin necesitar a nadie que le diga cómo debe hacerlo. La religión ofrece un camino marcado hacia la trascendencia, pero somos nosotros mismos los que debemos tomar ese camino, esa dirección, y no hay por qué usar un método concreto. Podemos encontrar la trascendencia ayudando a los demás, meditando, entrando en contacto con la naturaleza… Lo importante es entrar en relación con la trascendencia, liberándonos del ego”.
La meditación, una herramienta poderosa
Para Esgueva la mejor herramienta que tenemos para entrenar nuestra mente y, a través de ella, ser más felices, es la meditación. Para la escritora es casi una cuestión de salud pública: “Es fundamental. Debería enseñarse en el colegio. Si enseñáramos meditación e inteligencia emocional a los niños serían capaces de solucionar sus problemas de concentración, de agresividad, y de relación con sus compañeros, sin medicación ni frustración”. La educación, asegura Esgueva, está errando a la hora de ofrecer a los niños las herramientas que realmente van a necesitar en su vida: “En las aulas se enseña a repetir y memorizar, muy poco a pensar, y nada a vivir. Hace falta que los individuos tomemos conciencia de esto y apostemos por un cambio educativo”.
Esgueva ha estudiado en profundidad el budismo tibetano. Todos los años pasa grandes temporadas en la India, Nepal y el Tibet, donde estudia el desarrollo de la mente con los lamas. Si hay algo que tiene claro de todo lo que ha aprendido es que el ser humano es una unidad formada por mente, cuerpo y espíritu, y “todo afecta”. En las circunstancias en que vivimos, explica, no es de extrañar que el 80% de las consultas médicas estén relacionadas directa o indirectamente con el estrés. “Si entramos en una espiral negativa es muy difícil que no nos afecte”, asegura. Pero tal como ha aprendido del budismo, “la felicidad no depende de los demás, está en uno mismo”.
En su opinión, con la que está cayendo muchas personas han entrado en una espiral de lucha interna, de repudio de la realidad, que hace mucho daño. La única manera de salir adelante, explica, es encontrar un equilibrio interno. “Si estás bajo un estado emocional negativo”, cuenta Esgueva, “tomarás decisiones inadecuadas, caminos que no quieres tomar y que te llevarán a un lugar al que no querías ir”.
Hacia un cambio de mentalidad
“Hace falta menos lucha y más aceptación”, asegura Esgueva. Resulta una afirmación un tanto conformista para los tiempos que corren, pero la escritora asegura que no lo es en absoluto: “Yo no creo en la pasividad, pero hay que tomar distancia de lo que nos ocurra. Si nos metemos en el ojo del huracán éste va a arrastrarnos. Hay que marcar distancia y tomar decisiones con templanza. Creo que los sueños se pueden convertir en realidad, pero hay que conocer el momento de actuar y el de parar. No demos resignarnos, debemos aceptar desde la paz que algo está ocurriendo y buscar soluciones”.
En opinión de Esgueva, hay algo de moda en la explosión de todo lo relacionado con la filosofía oriental, el bienestar y la psicología positiva, pero también, asegura, estamos viendo un cambio de mentalidad: “Están cayendo los edificios que habíamos construido y vemos que aquello que nos daba seguridad, como una casa, un seguro o un trabajo, desaparece. Todo pierde fuerza. Las bases sobre las que habíamos asentado nuestra vida se están derrumbando. La gente se está planteando otras soluciones. Saber que el poder reside en ti mismo es muy liberador”.