¿Cómo se vive un Día de las Madres sin tu madre? “Es difícil…”
Lucía sereno. Resaltaba, aún cuando su camiseta era básica y gris, entre los pasillos desolados del cementerio de la avenida Máximo Gómez.
Junto a él, se hacía su bicicleta, y en sus manos iba y venía un delgado pincel con las hebras encharcadas en pintura de un azul muy claro, con el que delineaba los bordes de concreto de una placa en mármol, en el tercer nivel de un panteón familiar, en la que solo se leía un: “JUANA MORILLO FLORES”, acompañado de dos fechas, y las abreviaturas de “en paz descanse”.
Al acercarnos, con toda la delicadeza que se puede tener con alguien que evidentemente atraviesa un momento de dolor, y mirarlo a los ojos, solo pudimos encontrar aflicción escondida detrás de su mirada empañada, su frente sudada y sus dedos llenos de pintura…
Es que la tumba de Juana no era la de cualquiera, era la de mamá.
“¿Cómo se vive un Día de las Madres sin tu madre?”, para quienes saben lo que se siente, es una pregunta difícil; y aún para quienes no lo han vivido, imaginarlo puede que les nuble la razón y prefieran, simplemente, evitar pensarlo.
A Ambiorix Flores, la interrogante le secuestró la voz y las palabras porque, aunque intentó decir algo al respecto, de su garganta solo salió un sonido ahogado, sus manos hicieron ademanes como de quien contesta y, a falta de lo que dijo sin decir absolutamente nada, solo pudo asentir con la cabeza.
Hubo un momento de silencio que se sintió eterno y es que, ¿Qué más se podía decir? “Es difícil”, fue todo lo que resaltó en ese momento, adquiriendo fortaleza para conversar con el par de periodistas que se encontraba ahí.
“Ustedes no saben las ganas que yo había tenido de visitarla y ponerle su casa bonita, pero decidí que me iba aguantarme hasta hoy”, contó para desvelar que este es el primer año en el que no abrazará a su madre en una fecha tan especial.
No fue fácil cuestionar si había alguna rutina en su familia para honrar la memoria de Juana en días como estos, menos su respuesta que lucía media inestable en un: “no, no, mira (señalando la lápida), es que esta es la primera vez”.
Su madre, a quien en vida Ambiorix y sus cuatro hermanos, aseguró, daban todo lo que podían, falleció en septiembre del año pasado, a causa de una afección en los pulmones que se agravó por cuestiones de edad.
“Mamá se vio fea, pero lo único que nos da fuerza, a mi sobre todo, es saber que aquí solo descansan sus huesos, pero su espíritu, que es lo que me mantiene de pie, está en el cielo”, destacó identificándose como una persona creyente en Dios.
Desde la muerte de Juana hasta hoy, el día a día para Ambiorix se ha centrado en una búsqueda constante de respuestas que no termina de encontrar y lo han llevado a vivir confiado en que no se moverá una hoja sin que su Dios lo permita.
“Es difícil”, volvió a repetir, “porque a la carne le duele, pero el que confía en el Señor sabe y está tranquilo, y mamá era una gente entregada en cuerpo y alma a Dios”, dijo agregando que, como pocas personas, Juana Morillo Flores tuvo una gran oportunidad.
“Dios la dejó despedirse”.
La piel de Ambiorix se puso como de gallina, “mira como engranojo”, añadió y procedió a contar como fue un antes y después para su familia que poco antes de su muerte, como si la presintiera, Juana decidió juntarlos a todos y pedirles perdón.
“Nos reunió a la familia completa y nos dijo que si alguno sentía que ella le había fallado, que lo había ofendido o cometido algún error, que lo perdone, poca gente tiene la oportunidad de irse con una paz así”.
Para este hombre no ha sido fácil la mirada de una vida sin el cariñito de mama, sin su rico chocolate caliente, los regaños o los cuentos en la mecedora, pero a pesar de la evidente tristeza mantiene una vibra esperanzadora que solo lleva a anhelar que, si un día pasamos por algo parecido, poder hacerlo con esa templanza.
Dios de acompañamiento y guía a todos aquellos que están obligados a pasar este día de las madres sin el abrazo eterno de la suya.