¿Cuánto debe durar la siesta ideal?
La siesta, sin duda, está subestimada en la vida moderna, sobre todo entre la gente que suele estar estresada y de mal humor. Investigaciones recientes han demostrado que aumenta el estado de ánimo positivo y mejora el funcionamiento inmune, beneficios que prueban que las siestas no sólo sirven para reducir la somnolencia y la fatiga.
No es una novedad que el cansancio es altamente perjudicial para la salud y el bienestar y suele llegar acompañado de muchas complicaciones: comportamientos impulsivos, frustración, dificultad para recordar cosas o incapacidad para concentrarse. Nuevas investigaciones señalan que la mejor solución para este problema estuvo siempre frente a los ojos: la siesta del mediodía.
El patrón de conducta habitual del ser humano le permite mantenerse despierto aproximadamente durante 16 horas en el día para dormir 8 horas en el periodo nocturno. Pero el sueño está regulado por factores individuales, ambientales y ontogénicos. En esta regulación, influyen los mecanismos homeostáticos y circadianos. Esto quiere decir que la homeostasis del sueño, o el impulso biológico de dormir, está controlado por el cerebro como parte del ritmo circadiano natural, lo que llamamos habitualmente “reloj biológico”.
Este “reloj” está regulado en el cerebro por el núcleo supraquiasmático que se sincroniza mediante la información luminosa y controla los ritmos circadianos, llamados así por su periodicidad aproximada de un día. Este ritmo no sólo obliga a dormir a la misma hora todos los días, sino que también marca la cantidad de tiempo que se necesita. Por su parte, los mecanismos homeostáticos regulan la necesidad de dormir.
Algunos científicos aseguran que no es posible conseguir todo el descanso que se necesita en la noche, por eso algunos animales, por ejemplo, adoptan un sueño polifásico, es decir, dividen las horas de sueño nocturno en períodos más cortos durante el día. Los humanos, en realidad, tienen un sueño bifásico, esto explica por qué se siente cansancio después del mediodía. Así como se duerme naturalmente a la noche, también debería hacerse a la tarde en respuesta a la fatiga después del almuerzo (que aunque influya no está directamente ligada a qué y cuánto se come).
Ciertos estudios demuestran que las siestas son aún más eficaces que la cafeína para aumentar el estado de alerta y agilizar la memoria verbal, pero aunque la siesta generalmente se adapta a los horarios de cada uno, es necesario saber que hay algunos momentos más propicios que otros.
La duración importa y mucho, sobre todo para evitar la inercia de sueño. Luego de siestas largas -aproximadamente 2 horas- se produce una sensación de aturdimiento que generalmente dura entre 15 y 30 minutos. En este período se reducen mucho las capacidades cognitivas y se puede tener problemas hasta para ejecutar simples acciones cotidianas. La rutina matutina de darse o una ducha o tomar un café es para muchos de gran ayuda para superar este efecto.
La corta duración, también es importante para evitar que el cuerpo entre en un sueño profundo. Es relativamente fácil de despertar y reanudar la actividad después de siestas de corta duración.
La idea de una “power nap” -siestas cortas- es la sensación de rejuvenecimiento y recarga de energía para seguir con las actividades diarias. En contraste, las siestas que duran alrededor de 90 o 120 minutos se basan en un concepto totalmente diferente: se intenta atravesar un ciclo completo de sueño para aliviar una cantidad significativa de deuda de sueño pero lógicamente traen sus consecuencias. –