Día de la Libertad: 54 años del Ajusticiamiento de Trujillo
La noche del 30 de mayo de 1961, fue el cierre del capítulo más sangriento de la historia nacional. Un grupo de hombres valientes encabezados por Antonio Imbert Barreras pusieron fin a la vida del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y con ello, a 31 años de opresión y torturas.
Esa noche, esos hombres de los que solo uno sobrevive en la actualidad, se colocaron estratégicamente en la Avenida George Washington a las afueras de la capital, en tres vehículos. El grupo de complotados estaba compuesto por Salvador Estrella Sadhalá, Antonio Imbert Barreras, Antonio de la Maza, Huáscar Tejeda, teniente Amado García Guerrero, Roberto Pastoriza y Pedro Livio Cedeño.
Pese a los varios intentos en días anteriores y a la estricta planificación del atentado, aquella noche, la noticia de que “el hombre” viajaría a San Cristóbal llegó de improviso y obligó a los conjurados a ejecutar su plan con siete de los nueve hombres originalmente involucrados. Los detalles exactos de cómo fue asesinado Trujillo, no han sido discutidos a pesar de los múltiples libros que se han escrito al respecto. Pero se sabe que el cuerpo del tirano tenía al menos unos seis disparos, debajo de la barbilla, el estómago y los brazos; así como lesiones en el brazo izquierdo que se creen pudieron haber sido provocadas por Huáscar Tejeda con su Oldsmobile modelo 1950 con intención de evitar que escapara Trujillo.
Sin embargo, aquel acontecimiento fue, sin duda alguna, un detonante de los grandes cambios políticos, sociales y hasta culturales que sufrió la República Dominicana, a partir de 1961. La decapitación del régimen Trujillista abrió las puertas a la democracia y a una hasta entonces inexistente estabilidad política, claro está luego del golpe de estado a Juan Bosch y de la posterior segunda ocupación estadounidense.
Trujillo, quien fue adiestrado durante la primera intervención norteamericana entre 1916 y 1924, fue de los dictadores más crueles de la historia universal, opresor de las libertades políticas, sociales y culturales. Sus tentáculos sobrepasaban incluso las fronteras nacionales, prueba de ello fue la matanza de más 300, 000 haitianos acribillados en el río Masacre, el secuestro y posterior asesinato de Jesús de Galíndez y el atentado contra Rómulo Betancourt en Venezuela.
No en vano, ha sido bautizado el 30 de mayo como Día de la Libertad, porque aquel fue un momento decisivo para el país, porque la muerte de Trujillo que en un principio generó temor e inseguridad nacional, despertó después un sentimiento ya olvidado por los dominicanos, privados de sus más elementales derechos, la simple y valiosa sensación de libertad.