Dios solo tiene la respuesta, lo demás es “El negocio del fin del mundo”
El negocio del fin del mundo. La predicción apocalíptica de que el fin del mundo sucederá de forma casi inminente, el 21 de diciembre, por una errónea interpretación del calendario maya, ha puesto de actualidad el movimiento «prepper» o survivalista, personas que se preparan activamente para afrontar por su cuenta cualquier emergencia, desde una catástrofe natural como una gran inundación o el impacto de una llamarada solar a una guerra, un colapso económico, una pandemia o una explosión atómica.
El fenómeno se ha hecho muy famoso en EE.UU., donde se vive de forma más extrema, pero también hay preparacionistas en España. Los miembros de este colectivo son muy diversos. Para la mayoría, sus motivaciones están muy lejos de ser fantásticas o pseudoreligiosas, no creen que el mundo vaya a acabarse en una fecha determinada y se sienten molestos por ser confundidos con los más crédulos.
Algunos grupos tienen sus propios búnkeres ocultos por la geografía española -así lo confirman a ABC.es-, y están listos para afrontar el futuro de forma autosuficiente. Otros optan sencillamente por tener conocimientos de protección civil y saber paso por paso cómo actuar y protegerse si las cosas se complican durante un tiempo.
Sin embargo, lo cierto es que la profecía de 2012 ha disparado la venta de útiles y objetos que parecen sacados de una trinchera, los cursos de supervivencia e, incluso, aunque parezca mentira, la construcción de refugios atómicos.
Miguel Ferrero, empresario de la localidad madrileña de Tres Cantos, es «prepper». Forma parte de un grupo de supervivencia en el que participan militares, médicos, ingenieros… «Nos preparamos para tener un protocolo de actuación y un plan de evacuación ante distintos escenarios catastróficos, como una catástrofe nuclear o una tormenta solar, escenarios que realmente pueden suceder», explica.
El grupo ha construido tres refugios alternativos, que utilizaría según fuera necesario, «en Asturias, Huelva (porque es la zona con menos probabilidad de contaminación nuclear de España) y un tercer lugar que no te puedo revelar», se guarda Ferrero.
Allí tienen comida, sistemas de energía y todo cuanto necesitan para sobrevivir durante un tiempo. Cuando se le pregunta cuál es el motivo de todo este esfuerzo, explica que este país «está muy atrasado en materia de seguridad y planes de protección civil. Queremos ser independientes de un sistema que está fracasando».
Ferrero tiene un negocio de aventura, NoName Sport, e imparte cursos de supervivencia. «En el último año ha venido más gente y, es verdad, tiene que ver con el fin del mundo. Ven cosas en internet y se preocupan; no solo por los mayas, sino también por la gran tormenta solar que se espera para 2013», confiesa. En esos cursos aprenden a vivir alejados de la civilización: hacer un fuego, construir un refugio, potabilizar agua, cazar, distinguir plantas medicinales, orientarse sin instrumentos… Incluso se enseña a construir baterías, dinamos o motores.
Un búnker en Arturo Soria
Los mismos motivos, el apocalipsis de 2012 y el máximo solar para 2013, han provocado que el almacén online de útiles de supervivencia de José Antonio Pascual, en Barcelona, no pueda siquiera garantizar la entrega de los productos para el día 21.
«Sí, he vendido más estos días», dice. La tienda en internet «ha pasado de tener 2.500 visitantes diarios hace un año a tener 10.000». En la web se venden máscaras antigas, raciones del ejército español «procedentes de un trueque», recarga de gasolina para mecheros… Según relata, «lo que más me piden son pastillas y filtros para potabilizar el agua (10 y 8 euros), y pedernales para encender fuego».
Pascual explica que existen muchos tipos de «preppers». Él no considera que sea necesario construirse ningún refugio y cree que es mejor estar preparado con medidas como la «mochilla de 72 horas» (contiene agua, una radio, una navaja suiza, mapa, botiquín, etc,) por si es necesaria una evacuación, pero coincide con el preparacionista madrileño en la idea de tener una ventaja a la hora de buscarse la vida si ocurre algo grave.
«Parece de ciencia ficción, pero que se lo pregunten a los argentinos», dice en referencia a las largas colas para adquirir productos de primera necesidad ante un colapso financiero.
Plano de un refugio
Pero las cosas pueden ser aún peores que los estantes vacíos de los supermercados. ¿Cómo sobrevivir al impacto de un gran meteorito como el que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años? ¿Y a una guerra nuclear? El ingeniero nuclear catalán Antonio Alcahud lleva 35 años construyendo refugios atómicos. «En 2008 comenzaron a surgir clientes que me pedían un búnker para prevenir las catástrofes que se anunciaban para 2012. El 80% son españoles», apunta. Sus estructuras, según afirma por teléfono, están en los alrededores de Madrid -una de ellas en la misma ciudad, en la calle Arturo Soria- y de Barcelona.
Un refugio estándar se construye para 25 personas y tiene unos 100 metros cuadrados. Si se levanta completo (desde la estructura de hormigón armado hasta los trajes de protección de radioactividad) cuesta unos 130.000 euros.
«Se caracterizan por tener una gran resistencia mecánica para soportar incendios, inundaciones o terremotos; hermeticidad total para soportar la contaminación química, radiactiva o bacteriológica; y habitabilidad suficiente para el tiempo calculado, desde 15 días hasta 20años».
Un búnker de Alcahud
Alcahud dice que los refugios resisten explosiones mil veces la de Hiroshima a 2 km de distancia. «El aire se filtra del exterior, para el agua puede haber pozos propios o filtrarse y depurarse de la red, se guardan alimentos de larga duración (liofilizados, pan eterno, etc) y se utilizan grupos electrógenos, depósitos de gasoil y placas solares para generar energía». La entrada es blindada, estanca, y soporta una presión de 200 toneladas.
Una vez dentro se accede a una esclusa de descontaminación y a la sala de máquinas, también estanca. Una segunda puerta blindada lleva al interior del refugio, el espacio habitable de 30 a 50 metros cuadrados. Suele ser diáfano y reunir la cocina, la sala de estar y los dormitorios. El ingeniero dice tener entre sus clientes también a gente «muy famosa: banqueros, empresarios, un cantante… normalmente, personas que quieren tomar precauciones, por si acaso… Otros sí tienen creencias más especiales».
La petición más extravagante le llegó de un industrial mexicano que le pidió «un refugio para 500 personas y cien habitaciones con quirófano, biblioteca y una morgue… Debía estar a 2.500 metros de altura por si llegaba una ola gigante, así que incluso lo diseñamos flotante». Finalmente, el industrial se echó a atrás temeroso de que las bandas violentas de su país lo asaltaran, «pero ahora está estudiando hacerlo en Namibia».
Ernesto Blanco, militar, es un survivalista de Granada. Autor de un blog donde imparte consejos de supervivencia, no es amigo de fantasías ni de días del juicio final. «Desde mi punto de vista, un ’prepper’ es alguien que reconoce los beneficios de la prevención y la seguridad -dice-, pero si cree en escenarios apocalípticos, es un ’madmaxionista’ (por la famosa película de George Miller)».
A su juicio, el asunto interesa no solo por lo que nos pueda caer del cielo, sino por «la situación social tan vulnerable que atravesamos y la necesidad de controlar nuestras vidas. Cuando hablamos del fin del mundo, hablamos del fin del mundo tal y como lo conocemos. Otras civilizaciones han caído antes».
Kits y bolas flotantes para sobrevivir a la profecía maya
Miles de personas en Estados Unidos esperan una calamidad el próximo viernes y se preparan para sobrevivir a lo que esté por llegar (que, por supuesto, no será nada escrito en un calendario). Los preppers tienen hasta su propio reality show en el canal de National Geographic. Acumulan alimentos, medicamentos, herramientas, linternas, baterías y, como no puede ser de otra forma en EE.UU., armas y munición.
Los que esperan un colapso económico acaparan monedas de oro y compran tierras, fertilizantes y semillas. La versión preparacionista «high cost» se está construyendo en un silo de misiles abandonado en Kansas, un condominio de lujo para millonarios con todas las comodidades modernas, piscina, cine y hasta una biblioteca, para soportarlo todo, desde el colapso económico y las llamaradas solares hasta los ataques terroristas y las pandemias.
En Rusia, existe una auténtica psicosis fin del mundo. Algunos programas de distintos canales de televisión han dado recomendaciones de cómo ponerse a salvo, qué regiones del país son las más seguras y qué llevar consigo. Hay quien ha excavado galerías subterráneas y las ha llenado de conservas, harina, azúcar y queroseno. En muchos centros de población de Rusia, sobre todo de Siberia, se han quedado sin velas y cajas de cerillas.
En la ciudad siberiana de Tomsk se vende un kit de supervivencia que incluye cereales, una pastilla de jabón, una navaja, pastillas purificadoras de agua, un botiquín, velas, cerillas y… una botella de vodka. Vale mil rublos (unos 25 euros) y ya se han vendido miles.
Lo más divertido al respecto del apocalipsis ha ocurrido en China, donde se han inventado la solución para sobrevivir al fin del mundo: un refugio en forma de esfera de alta tecnología, capaz de soportar hasta el Armagedón. Un antiguo agricultor convertido en fabricante de muebles ha sido el precursor de esta curiosa iniciativa.