El Luperón que No Conocíamos
A razón de celebrarse el aniversario número 176 del natalicio del insigne héroe de la Restauración Dominicana, Gregorio Luperón, es un momento propicio para hablar de una faceta poco conocida de Luperón, pero que tuvo gran influencia en sus obras militares y patrióticas y por supuesto en la forma en que “Goyito” forjó su identidad.
Luperón es considerado como uno de los más prominentes protagonistas de la soberanía nacional. Se sabe de su papel crucial en la Gesta Restauradora que liberara la República Dominicana de los intentos anexionistas del entonces presidente Pedro Santana; pero se ignora su evidente anhelo por la educación. De Luperón se destaca que ni sus orígenes de precaria estabilidad económica, le impidieron formarse en letras, geografía, geología, minería y otras áreas; temas que conoció a través de la constante lectura, motivado tan solo por su férreo interés.
Hijo de una inmigrante de origen inglés, “Goyito” como cariñosamente lo apodaron, ayudaba en las labores del hogar y en el ventorrillo de su progenitora. Su dedicación desde temprana edad, reflejaba su amor por el trabajo, el que luego inculcó a su país, cuando tuvo la oportunidad de luchar por su soberanía.
Este perfil de Luperón, es el que tradicionalmente ha sido difundido por los historiadores, sin embargo, el doctor Odalís Pérez en su conferencia “La Intelectualidad Autodidacta de Gregorio Luperón” presentó al “Luperón que no conocíamos”. El que hablaba tres idiomas, que ayudaba a los soldados de sus tropas con curas caseras, el que se alió a Hostos para promocionar la educación en el país, el que supo dirigir la guerra de Restauración, con algo más que carácter militar y valentía, sino con la formación que el mismo se otorgó.
De acuerdo con su discurso, Pérez, explicó que Luperón rompió con el mito de ser un general estratega militar, un hombre de sable y fusil, para ser un “guardia” educado, un hombre letrado, con conocimientos amplios en casi todos los campos de estudios. Pero tal vez, surjan las interrogantes, ¿Por qué hacer tanto énfasis en esa faceta de su vida? ¿Acaso es Luperón el único hombre dominicano con tales dotes? ¿Qué importancia tiene la autodidáctica?
Las respuestas a estas preguntas están íntimamente vinculadas con su condición económica, militar, social y sobre todo con la época en la que vivió. Gregorio Luperón nació en 1839, pleno siglo XIX, en el que todavía nuestro país estaba en pañales, recién nacido de la Independencia Nacional. Aun no había una sociedad sólida, economía sustentable ni mucho menos sistemas de educación eficientes. No obstante, conforme fue creciendo, en Luperón emergió un amor intrínseco por los estudios, que lo llevó a tomar libros prestados, a aprender por su cuenta. Lo que a las familias de alta posición económica le era costumbre, a él le era un lujo.
Cuando Pedro Eduardo Dubocq lo contrata para dirigir los cortes de madera en Jamao, Luperón aprovecha, para sacar partido a la biblioteca personal de su patrón, donde cultiva aun más su amor por los estudios. Luperón no es el único héroe u hombre prominente de nuestro país, con intelectualidad autodidacta, pero considerando las condiciones en las que vivió, sus orígenes y su tiempo, autoeducarse es una hazaña.
Un hombre que pese a la ignorancia que el tiempo y las circunstancias querían alegar, sabía que un pueblo como el nuestro, librado a precio de sangre de las garras del yugo extranjero, no podía, bajo ningún concepto, caer en forma alguna de anexionismo ni protectorado. Sabía, que toda acción parecida, traería a largo o corto plazo, una corrosión de la libertad que tanto sacrificio había costado.
“Machete Carajo” la frase que lo inmortalizó, no es el síntoma de un hombre de campo, sino de uno de carácter, que sobre su caballo, miró las llamas de la Restauración encender el patriotismo de nuestro pueblo maltrecho y embaucado, en las manos de hombres inconscientes y poco entregados a la tierra por la que los Trinitarios dieron sus vidas y fuerzas.