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El perfeccionismo excesivo es malo para la salud.
Posted On 07 Ene 2012
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Los perfeccionistas extremos aspiran a conseguirlo todo, pero generan a menudo lo contrario: suelen estar desbordados y tienen una vida solitaria. En vez de luchar contra sus debilidades, deberían ser conscientes de sus fortalezas y capacidades.
El problema alcanza a algunos deportistas de élite, exitosos cirujanos o músicos virtuosos: han llegado muy lejos, pero son perfeccionistas para los que el alto rendimiento es su clave de vida, y a ello se dedican con pasión. Su aspiración es mejorar siempre, que todo esté en orden. Pero hay una delgada línea entre el perfeccionismo sano y el enfermo, que en vez de fomentar, dificulta las cosas.
“El perfeccionismo se vuelve un problema cuando el cumplimiento de las altas aspiraciones se vuelve a la larga muy exigente y las personas sufren”, afirma la psicóloga Christine Altstötter-Gleich, de la Universidad de Landau. No son conscientes de que no cometer errores no exime de la crítica.
Estos “perfeccionistas disfuncionales” suelen estar disconformes con su rendimiento. En general prestan más atención a sus debilidades que a sus fortalezas y tienen miedo de cometer errores. “No soportan no estar a la altura de los estándares que ellos mismos se imponen“.
Un rendimiento medio es para ellos una catástrofe, y como rara vez alcanzan sus metas, casi imposibles, tienen más a menudo que otros la sensación de fracaso.
“Su amor propio está muy ligado a los éxitos y objetivos”, señala por su parte el psicólogo Nils Spitzer. “Si estas personas consideran que su nivel es malo en un determinado área, descalifican por completo toda su personalidad. Se sienten perdedores en todas las áreas de la vida”.
La lucha constante por la perfección lleva al agotamiento, al estrés y a un aislamiento social. Como consecuencia pueden sufrir problemas alimentarios o para dormir, agotamiento y depresiones.
Además creen que hasta los más pequeños errores tienen consecuencias dramáticas. “Temen por ejemplo ser despreciados por su entorno cuando no cumplen esas exigencias”, afirma Spitzer. No son conscientes de que no cometer errores no exime de la crítica.
Los expertos creen que el origen de este comportamiento está en la educación. “Probablemente los padres vinculaban sus altas exigencias con frialdad emocional. Es decir que el niño solo recibía atención cuando algo funcionaba, y sus errores eran comentados más frecuentemente que sus éxitos”, opina Altstötter-Gleich. Mediante experiencias similares a lo largo de la vida se intensificó la tendencia negativa.
La lucha constante por la perfección lleva al agotamiento, al estrés y a un aislamiento social. Como consecuencia pueden sufrir problemas alimentarios o para dormir, agotamiento y depresiones. Cuando los perfeccionistas proyectan sus aspiraciones sobre otros, los amigos, parejas y familiares se sienten mal. “El perfeccionista se convierte en un tipo antipático que arruina a todos la diversión porque encuentra errores en todas partes”, afirma Spitzer. Quieren brillar en todos los terrenos. En vez de lograrlo, tienen una vida solitaria, y es necesario que sean conscientes de ello.
La solución no es rebajar las expectativas, “sino que los perfeccionistas disfuncionales deberían preguntarse qué quieren realmente, cuáles son sus capacidades y cuánta energía quieren invertir en cada aspecto de la vida”, aconseja Altstötter-Gleich. “Según sus prioridades, puede haber áreas de la vida en las que pueden elevar sus aspiraciones”. Pero a la vez tienen que reconocer sus limitaciones en otras en las que no son tan buenos.
Y esto es lo que más les cuesta, porque quieren brillar en todos los terrenos. En vez de lograrlo, tienen una vida solitaria, y es necesario que sean conscientes de ello, afirma la autora Doris Märtin.
En su opinión es mejor hacer varias cosas bien que una sola perfectamente. “Para el 80 por ciento de las actividades se necesita solo un 20 por ciento del esfuerzo total. Pero para el 20 por ciento restante hace falta el 80 por ciento de la fuerza para que el resultado sea idóneo”, señala Märtin. El tiempo ahorrado puede utilizarse para otras áreas de la vida descuidadas hasta el momento.
Un elemento fundamental es que tengan además la experiencia de que las consecuencias de sus actos pueden sorprenderlos de forma positiva.
Para poder superar el problema, la especialista recomienda a los perfeccionistas que se pregunten todo el tiempo: ¿Mi esfuerzo en esto tiene sentido o es solo una cuestión de imagen? ¿Me ayuda mejorar? ¿O solo es un esfuerzo al servicio de mi deseo de destacar?
Los perfeccionistas son a menudo inseguros y se pierden en los detalles. Como consecuencia, postergan demasiado las decisiones y pierden oportunidades. Unos pequeños experimentos pueden ayudar: Los afectados deberían obligarse a decidir en un plazo determinado algunas cosas que no sean muy importantes, añade Spitzer.
“De ese modo fortalecen su intuición y aprenden a conseguir respuestas con un número limitado de argumentos”. Un elemento fundamental es que tengan además la experiencia de que las consecuencias de sus actos pueden sorprenderlos de forma positiva.