La historia del joven que sobrevivió tras ser fusilado y recibir el tiro de gracia
Esta es la historia de Wenceslao Moguel Herrera, un con la totalmente desfigurada y que carecía de la mandíbula, teniendo la barbilla hundida. Se le consideró el único ser humano conocido que había sido fusilado y recibido ocho balazos, le habían pegado el tiro de gracia en la nuca y a pesar de ello había logrado sobrevivir.
En 1937, Robert L. Ripley, conocido como el Rey de las curiosidades y lo asombroso, llevaba a su exitoso programa radiofónico de la NBC “Ripley’s Believe It or Not!” (Aunque usted no lo crea) al que se consideraba como único ser humano conocido que había sido fusilado y recibido ocho balazos, le habían pegado el tiro de gracia en la nuca y a pesar de ello había logrado sobrevivir.
Tras colocarse frente al y ser presentado por Ripley comenzó a relatar la sorprendente historia que protagonizó dos décadas atrás, cuando todavía era un joven.
El relato se remonta a la época más convulsa de la Revolución mexicana. Wenceslao, originario de Halachó, en la península de Yucatan se había alistado para luchar en las tropas rebeldes contra las fuerzas federales.
El 16 de marzo de 1915, los revolucionarios fueron aplastados con contundencia por el numerosísimo ejército nacional que les triplicaba en tamaño, matando a un gran número de rebeldes, siendo la mayoría todavía jóvenes imberbes.
A aquellos que lograron salir con fueron apresados y se les realizó un juicio sumarísimo que duró poco más de media hora, siendo condenados a morir. Para aligerar la ejecución de los rebeldes se optó por ahorcar a unos cuantos y fusilar al resto.
A Wenceslao le tocó estar frente al pelotón de fusilamiento en la última tanda. Tras la orden de disparar, su cuerpo recibió el impacto de ocho balas y una vez abatido en el suelo llegó el ‘tiro de gracia’; el disparo que habitualmente se le da a los ejecutados para asegurar que no quedan con vida.
Pero el joven, a pesar de las nueve heridas de bala no murió, tan solo quedó desmayado y fue apelotonado junto al resto de cadáveres, creyendo que él era otro más de los fallecidos.
Una orden recibida por el mando del ejército de retirarse de aquella región hizo que los cuerpos sin vida de los ejecutados quedasen sin ser enterrados, por lo que durante la madrugada Wenceslao despertó de su desmayo y herido de gravedad se fue arrastrando hasta llegar a un domicilio cercano, donde le atendieron y llamaron con urgencia al médico local.
Ninguna de las balas había tocado órgano vital alguno y la trayectoria del tiro de gracia no había ido por la nuca, sino que se desvió hacia la mandíbula, dejándosela totalmente destrozada.
Tras un largo periodo de recuperación, en el que estuvo oculto para no ser apresado por las fuerzas gubernamentales, el joven Wenceslao se marchó de Campeche, población en la que se encontraba y se perdió el rastro de él hasta que a mediados de los años treinta su increíble historia comenzó a ser conocida y llegó hasta oídos de Robert L. Ripley, quien además de tener el programa radiofónico había creado un famoso museo en el que coleccionaba todo aquello sorprendente que iba encontrando alrededor del planeta.
Durante un tiempo, ‘el fusilado de Halachó’, tal y como fue conocido Wenceslao Moguel, se dedicó a conceder entrevistas y a recorrer unas cuantas poblaciones norteamericanas en las que explicaba su impresionante historia en teatros y cafés locales.
Después de ahí poco más se supo de su vida posterior. Algunas fuentes indican que falleció a los 70 años de edad y otras a los 85, pero no dan más datos sobre este personaje que se hizo famoso por volver a la vida de entre los muertos.
Agradecimientos a Daniel Fernández de Lis, autor del interesantísimo blog ‘Curiosidades de la Historia’ que me puso tras la pista de esta curiosísima historia a través de la canción ‘El Fusilado’ cantada por el grupo británico Chumbawamba y que pueden escuchar a continuación:
Fuente: Yahoo