Error de buscar la “media naranja” para ser felices
Nos contaron de niños que debíamos “encontrar nuestra propia felicidad”. Que debíamos ser felices, pero nunca nos dijeron qué es eso y menos cómo se logra. Quizás, ellos tampoco sabían bien o claramente a qué se referían con sus palabras, al parecer había algunos indicios. Parecía tan fácil, era cosa de “encontrar” la “media naranja”, el “alma gemela”, esa otra persona que te complementaría y que te daría la felicidad.
Para reírnos un poco, ¿vale la pena connotar la estúpida ilusión de creer que tenemos tanta suerte?, ¡que además la encontraríamos en la misma ciudad en la que vivimos! Justo andaba por aquí esa persona que de algún modo generaría en ti tal nivel de felicidad, de tranquilidad, de completarte, que si ella no está, te sentirías destrozado(a), sin sentido, vacio(a), etcétera. Recuerdo todas esas canciones de amor en que con ferviente romanticismo clásico dicen: “si tú no estás, no soy nadie”, “cuando tú no estás me falta el aire”…
Parece que aprendimos un modo de amar centrado en lo externo, en otro, en sustentar nuestra tranquilidad y felicidad en otra persona y no en una búsqueda de paz interior, en un conocernos a nosotros mismos y en lograr esa paz y felicidad partiendo primero “por casa” (la propia vida interior, por supuesto). De ahí quizás tanta rabia cuando el otro nos deja, o no cumple nuestras expectativas.
Así, la pareja se ha convertido en esta época (en la que se nos perdió un poco el sentido de vida, en que no sabemos muy bien a qué venimos y qué queremos de nosotros para estar en paz y ser felices) en el modo de lograr esa felicidad, en la estrategia mediante la cual al parecer se cree ilusoriamente que se logrará la tan anhelada felicidad y paz.
Pero lo cierto es que cada vez que intentamos estar bien o felices, mediante lo externo, mediante otro, mediante el ilusorio control de los demás, de la vida, de creer que los demás “son nuestros”, ese estado se nos desvanece de las manos o vivimos en el susto que desaparezca y nos ponemos inseguros y controladores; y quizás la más terrible de todas las ilusiones en pareja: creer que la misión del otro es HACERME FELIZ A MÍ. Parece como una tamaña patudez dar por sentado y por obvio que la misión de otra persona que yo escogí, es para hacerme feliz a mí, y como si eso no fuera suficiente (para enredar más las cosas) el otro(a) cree lo mismo…
En suma, estamos en un problema: no responsabilizarnos por nuestra propia vida y exigirle a la pareja (al otro y a la relación), darnos aquello que no hemos podido lograr por nuestra propia cuenta. Y así, vivimos luego una relación y una vida de exigencias y demandas, que creemos que, “con justo derecho”, podemos pedirle al otro. He escuchado freses terribles en este sentido: “porque tu misión en la vida es hacerme feliz a mi”, “porque yo debo ser lo más importante para ti”, etc.
Quizás y sólo quizás, uno de los secretos de estar mejor en pareja, es soltar el afán de exigirle al otro esa tremenda carga y tratar de ser consciente de uno mismo y hacerse cargo de nuestras propias frustraciones, ilusiones y partir por casa, antes que poner todo fuera y en el otro.