España podría convertirse en el primer país en eliminar hepatitis C
España, el país que más pacientes con hepatitis C ha tratado por millón de habitantes, está a un paso de convertirse en el primero de los desarrollados en lograr la eliminación de esta enfermedad.
Sería otro éxito del sistema sanitario público español, que con sus debilidades, disminución de recursos y posibilidades de mejora de las que hablamos a diario, vuelve a demostrar que sigue funcionando y merece el reconocimiento social del que goza dentro y fuera de nuestras fronteras. Según el World Economic Forum, España es el país con mejor salud del mundo, y en lo que se refiere a la lucha contra la hepatitis C vamos camino de poner una pica en Flandes, convirtiéndonos en el primer país entre los desarrollados en lograr el objetivo de la eliminación de acuerdo con elambicioso programa marcado por la OMS para la eliminación de las hepatitis víricas dentro de la Agenda Global del Sector Salud. Islandia lo conseguirá antes, pero su población es la de una ciudad de tamaño medio española y similar a la de una Comunidad Autónoma como La Rioja, la primera que ha eliminado la hepatitis C en nuestro país.
España es, de hecho, el país del mundo que más pacientes ha tratado y curado por millón de habitantes -por encima de 130.000- y eso ha permitido situar la prevalencia de la infección en niveles realmente bajos: 0,85% y 0,22%, respectivamente, de positividad de anticuerpos e infección activa, con tasas más altas en varones mayores de 50 años y mujeres mayores de 70. Estas cifras son inferiores a las esperadas, impensables hace solo cinco años, y son sin duda consecuencia de la universalización de un tratamiento que cura la infección a todas las personas diagnosticadas. Asimismo, en algunos grupos vulnerables como la población reclusa, con elevadas tasas de hepatitis C, se ha pasado en solo tres años de cifras del 20% a algo menos del 2% de infección activa. Y en el caso de las personas coinfectadas por VIH, para quienes el riesgo de progresión de la enfermedad hepática es mayor, hemos disminuido la tasa de infección activa desde el 22% a cifras por debajo del 4% en estos años de tratamiento con los antivirales orales
Naturalmente, nada de esto es casual, sino el resultado de una estrategia nacional bien coordinada en la que Gobierno, Comunidades Autónomas y profesionales han sido capaces de ponerse de acuerdo, desmintiendo esa percepción generalizada de que hoy cualquier clase de consenso es imposible. En la lucha contra la hepatitis C no ha sido así, y tras el éxito de la universalización de los nuevos tratamientos a todas las personas diagnosticadas, el Ministerio de Sanidad ha creado una mesa de trabajo con expertos y administraciones autonómicas para definir y consensuar una estrategia de cribado que, al igual que ocurrió con el tratamiento, nos permita avanzar hacia el mismo objetivo con un ritmo similar en todo el territorio nacional a fin de no generar inequidades.
Este es el trecho que nos falta por cubrir desde la situación actual hasta el objetivo final de la eliminación. Afortunadamente, diagnosticar la hepatitis C no es caro. La prueba consiste en un sencillo análisis de sangre cuyo coste es de poco más de un euro. Y los beneficios de tratar y curar, en términos de coste-eficacia, ya forman parte de la evidencia científica, con una reducción del 40% de la lista de trasplante hepático en nuestro país y una disminución drástica de las complicaciones de la enfermedad hepática terminal. Por eso, los profesionales estamos convencidos de que hacer la prueba de la hepatitis C al menos una vez en la vida es el camino más directo para poner un final feliz a la historia de la hepatitis C en España.
Un final feliz colectivo que sea el broche definitivo a los miles de finales felices que ya hemos puesto a las historias individuales de esos 130.000 pacientes que han sido tratados y curados. Las enfermedades infecciosas crónicas son fuente de estigma y no siempre se tiene el valor y la fuerza de asumir y contar que uno padece hepatitis C. Tras ser tratada, una paciente me preguntó una vez si podría volver a abrazar a sus nietos, y aunque se ha avanzado enormemente en este sentido, hay todavía muchas personas que viven su enfermedad con prejuicios e ideas equivocadas. En los últimos años, sin embargo, es mucho más fácil asumirlo y contarlo, porque la hepatitis C se cura. Por eso es importante que los pacientes que la han padecido y se han curado lo cuenten, para que todos aquellos que han estado en situación de riesgo de exposición al virus, no tengan miedo y se hagan la prueba.
Y deberían hacérsela todas aquellas personas que recibieron una transfusión de sangre antes de 1992, los que han consumido o consumen drogas por vía intravenosa o inhalada, aun de forma ocasional, mantienen relaciones sexuales de riesgo sin protección o se han realizado un tatuaje o un piercing sin las adecuadas medidas de esterilización. Se puede tener hepatitis C y no tener síntomas, y es mucho mejor saberlo que no saberlo, porque se cura. La hepatitis C, repitámoslo de nuevo, se cura, y el diagnóstico es solo el inicio de una historia con final feliz. Como dice el actor Carmelo Gómez en el corto que ha tenido la generosidad de protagonizar en una campaña presentada recientemente, ni en el cine ni en la vida todas las historias acaban bien. Pero la de la hepatitis C, sí. Él, que se contagió tras una transfusión de sangre hace más de cuarenta años, y después de algunos tratamientos con poco éxito y marcados efectos secundarios, está hoy curado gracias a los nuevos medicamentos -que unen a su extraordinaria eficacia y facilidad de administración la práctica ausencia de efectos adversos- y puede atestiguarlo.
Hagamos que esta historia con final feliz de Carmelo Gómez se repita en los aún varios miles de ciudadanos que en nuestro país están enfermos de hepatitis C y no lo saben, hasta convertirse en un gran éxito colectivo de toda la sociedad española: nuestro país puede ser el primero en lograr la eliminación de una enfermedad viral crónica para la que no existe vacuna.