¿Por qué castañetean los dientes cuando tenemos frío?
A veces no basta con abrigarse para espantar la sensación de estar dentro de un refrigerador. Es entonces cuando el cuerpo reacciona para evitar que se dañen los órganos internos. ¿Qué le sucede al cuerpo cuando tenemos frío? ¿Nos protege la grasa? ¿Son los niños y los hombres menos sensibles a esa sensación que las niñas y las mujeres? ¿Cuáles son verdades científicas y cuáles son las típicas creencias populares, esos cuentos de abuelitas que se han asentado desde hace siglos? ¿Tenemos todos el mismo “punto de congelación”?
La verdad es que no. Cada persona percibe el frío a su modo. Para unos es necesario abrigarse cuando para otros todavía es posible andar en camiseta o determinadas personas tienen menos tolerancia al invierno porque sus cuerpos son extremadamente sensibles a las bajas temperaturas.
Según el doctor Joachim Latsch, especialista en medicina deportiva de la Universidad Alemana del Deporte de Colonia, “todas las personas tenemos sensores de calor y frío en la piel, sensores que captan la temperatura ambiente y la transmiten al cerebro. Pero cada cual percibe de manera distinta la temperatura según la distribución de esos sensores”.
La nariz o las orejas
Ciertas personas sienten el frío en las orejas con mucha fuerza, mientras que otras se quejan de pies helados o de nariz congelada. Además, cada uno de nosotros tenemos un número diferente de sensores de frío, por lo tanto cuando hay 2 grados Celsius, algunos lo consideran incompatible con la vida y otros, en cambio, lo disfrutan como si fuese verano.
“Es posible que una persona tenga más sensores de calor que otra. Es decir, acá opera un fenómeno natural, si se quiere, que entrega a cada cual una percepción diferente de la temperatura. Así como hay personas que tienen los pies más grandes que otras, pues también hay personas que tienen más o menos sensores que las demás”, explica Latsch.
Pero una cosa es la sensación que tenemos cada vez que bajan las temperaturas en la ciudad. Otra distinta es la interna. “Todos tenemos una temperatura corporal de 36,5 grados Celsius. Esto varía un poco dependiendo de la persona, pero es un promedio. Cuando el calor corporal supera los 42 grados, la vida corre peligro. Y lo mismo cuando baja de los 30 grados, eso también es extremadamente peligroso”, explica el experto de la Universidad Alemana del Deporte.
En un caso extremo como ese, nuestros órganos vitales -como el cerebro o el corazón- dejan de funcionar correctamente. Después viene un desvanecimiento y, en el peor de los casos, la muerte por hipotermia. Por eso nuestro cuerpo reacciona rápidamente cuando detecta que el frío va más allá de lo tolerable y empezamos a tiritar. Basta una brisa fresca para que empiecen los escalofríos y la piel se ponga de gallina.
La “piel de gallina”
La así llamada “piel de gallina” es un vestigio de tiempos remotos, de cuando nuestros antepasados todavía tenían el cuerpo repleto de pelos. Cada folículo piloso es un pequeño músculo que entra en acción cuando arrecia el frío y forma una pequeña capa de aire caliente que nos protege de las condiciones ambientales. Y allí donde ya no tenemos pelos, esa función la cumple la llamada “piel de gallina”. Y hay además otra reacción corporal ante un repentino ataque de frío: tiritar y castañetear los dientes.
Según Latsch “el cuerpo recuerda que necesita más calor y entonces comenzamos a temblar. Por ejemplo nuestra mandíbula está unida a nuestra cabeza por dos pequeñas articulaciones y tiene una musculatura muy fuerte, que usamos para masticar. Esos son los músculos que tiemblan. Y como esa parte del cuerpo es movible, el castañeteo comienza rápidamente”. A través de estos movimientos, los músculos mejoran la circulación de la sangre y consiguen calentar el cuerpo.
Para las mujeres, la temperatura es muy importante, pues cuando hace frío el cuerpo femenino debe proteger los órganos internos relacionados con la reproducción. También es importante tener en cuenta el nivel de masa muscular, que en las mujeres es, en promedio, de un 25 por ciento, y en los hombres de un 40 por ciento. Y cuanta más masa muscular tiene una persona, menos se congela.
Autor: Babette Braun / Diego Zúñiga
Editor: Pablo Kummetz