Previous Story
¿Por qué solo quiero comer lo que engorda?
Posted On 07 Feb 2012
Comment: Off
Spread the love
Puede que no se trate de falta de fuerza de voluntad. Científicos señalan a un gen como el culpable de que algunas personas no puedan resistirse ante los alimentos con grasas.
Esta es una situación con la que mucha gente se sentirá identificada. Queremos bajar algunos kilos y nos ponemos a dieta. Llenamos el frigorífico de fruta y verdura, y planeamos preparar un ligero plato de acelgas para comer… pero, en realidad, a lo único que nos apetece hincar el diente es una buena hamburguesa. Con doble de queso, si es posible. Y no podemos resistirnos. Acabamos con ella entre las manos. ¿Nos falta fuerza de voluntad?
Puede que ése sea el problema en algunos casos, pero quizás no en todos. Un equipo de investigadores de las universidades norteamericanas de Pensilvania, Columbia, Cornell y Rutger creen que la preferencia por alimentos ricos en grasas tiene una base genética. Según los científicos, las personas con ciertas formas del gen CD36 -ése es el culpable- pueden tener una mayor inclinación por los alimentos ricos en grasa que los que tienen otras formas de este gen. En consecuencia, también corren más riesgo de ser obesas. Según los autores del artículo, publicado en la revista Obesity, los resultados ayudan a explicar por qué a algunas personas les cuesta tanto adelgazar y puede servir para el diseño de dietas más fáciles de seguir.
Los investigadores examinaron a 317 hombres y mujeres afroamericanos porque los individuos en este grupo étnico son sumamente vulnerables a la obesidad y, por lo tanto, tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades relacionadas. El equipo dio a los participantes aderezos italianos para ensaladas preparados con diferentes cantidades de aceite de canola, que es rico en largas cadenas de ácidos grasos. Se pidió a los voluntarios que clasificaran sus percepciones de los aderezos en cuanto al contenido de grasa y la cremosidad en una escala que iba de «extremadamente baja» a «extremadamente alta».
El equipo también dio a los participantes cuestionarios dirigidos a entender sus preferencias alimenticias. Los participantes calificaron cuánto les gustaba cada alimento en una escala desde «disgusta extremadamente» y «me gusta extremadamente». Los alimentos incluidos en el cuestionario estaban relacionados con una mala dieta: mayonesa, tocino, pollo frito, hot dogs, patatas fritas, queso, tartas, galletas, rosquillas….
Los investigadores recolectaron muestras de saliva de los participantes para determinar qué formas de CD36 tenían. De las muestras de saliva, extrajeron fragmentos de ADN y examinaron las diferencias en el gen CD36 contenidas dentro de los fragmentos. De esta forma, descubrieron que los participantes que tenían la forma «AA» del gen -presente en el 21%de la población – calificaron los aderezos para ensaladas como más cremosos y agradables que los individuos que tenían otras formas del gen. Además, también les gustaban más los aderezos.
Una ventaja en el pasado
Según los investigadores, tender tendencia a la comida grasa pudo ser una ventaja en tiempos pasados. «Las grasas son esenciales en nuestra dieta. En nuestra historia evolutiva, las personas que estaban en mejores condiciones para reconocer las grasas en los alimentos eran más propensas a sobrevivir. Tales formas del gen, sin embargo, son menos útiles para nosotros hoy, porque la mayoría ya no tenemos que preocuparnos de conseguir suficientes grasas en la nuestras dietas», explica Kathleen Keller, de la Universidad Estatal de Pensilvania.
De hecho, hoy en día, poseer esa forma del gen puede suponer una desventaja que nos haga engordar. Por eso, «nuestros resultados pueden ayudar a explicar por qué algunas personas tienen más dificultades para seguir una dieta baja en grasa y por qué estas mismas personas a menudo les va mejor cuando adoptan una dieta alta en grasa y baja en carbohidratos, como la dieta Atkins», explica Keller. De igual forma, los científicos también creen que estos resultados pueden ayudar a los fabricantes a desarrollar alimentos bajos en grasa pero con mejor sabor, que atraigan a una gama más amplia de la población.
En el futuro, el equipo tiene previsto incluir a niños en su estudio, para ver cómo su cerebro reacciona ante las grasas y poder mejorar la alimentación infantil con sabores atractivos pero bajos en grasas.
visto en: cachicha.com