La verdadera diferencia entre Coca-Cola y Pepsi no está en su fórmula mágica. Está en tu cabeza
Es posible que podamos convencer a un ingeniero aeroespacial de que no puede distinguir entre dos aviones, pero trata de convencer a los fans de Coca-Cola y Pepsi de que sus sabores son indistinguibles. Y lo cierto es que tienen razón. Aunque no como ellos creen.
Por ejemplo, uno puede argumentar que prefiere un BMW de un Mercedes o un Peugeot de un Citroen por una serie de características de uno u otro modelo. Uno puede preferir un producto de Microsoft o de Apple por las mismas serie de características o especificaciones. En cambio, ¿qué es lo que realmente diferencia a Coca-Cola de Pepsi?
Durante toda nuestra vida hemos escuchado esa leyenda urbana que nos hablaba de la fórmula mágica de una y de otra, del ingrediente que las hacía únicas y fabulosas. Bien, incluso esa aseveración no es del todo cierta. Los ingredientes de ambas deben ser auditados por las autoridades, es decir, que deben ser conocidos y se tienen que leer en la etiqueta. Veamos el ejemplo en el caso de la más popular de ellas, Coca-Cola. Sus ingredientes son:
- Agua carbonatada.
- Cafeína.
- Jarabe de fructosa derivado del maíz.
- Colorante alimentario E-150d.
- Ácido fosfórico (E-338).
- Aromas naturales.
Entonces, ¿dónde está esa fórmula? Pues en esos “aromas naturales”. La clave es que dentro de los aromas caben desde la canela hasta la lima o la vainilla, y de la mezcla o fórmula Coca-Cola y Pepsi han construido su imperio.
Esto nos lleva a otra pregunta, ¿es realmente esta fórmula de aromas naturales el principal agente para distinguir ambas marcas? Bueno, si eres untalibán de la Coca-Cola o la Pepsi estamos seguros de que dirás que sí, que una de ellas es infinitamente más rica que la otra.
Y como decíamos al comienzo, puede que tengas razón. Pero la ciencia te va a demostrar que la diferencia no está en su fórmula mágica.
La diferencia está en tu cabeza.
¿Coca-Cola o Pepsi?
El valiente investigador que se atrevió a cuestionar el dogma de la cola fue el señor Read Montague, un prestigioso científico norteamericano y director delHuman Neuroimaging Lab and Computacional Psychiatry Unit en Virginia Tech Institute, además de profesor en el Baylor College of Medicine.
En el año 2004 Montague llevó a cabo una versión científica controlada con el método de doble ciego del desafío de las colas. En el mismo los participantes recibieron dos tazas sin marcar que contenían Coca-Cola y Pepsi respectivamente. Luego se les pidió a los participantes que bebieran e indicaran cuál sabía mejor.
El resultado fue una división uniforme entre las dos bebidas, una en la que no había ninguna correlación entre la marca que los participantes decían que preferían de antemano y la que eligieron posteriormente en el estudio. Por tanto, ya había una primera pista. Los “catadores” no podían distinguir entre las dos, y eso que anteriormente se habían declarado fans de unas y haters de la otra.
Estos resultados horrorizaron a los amantes de Coca-Cola y Pepsi. Los participantes del experimento insistieron en que el estudio era un engaño y que de no ser así, hubieran sido capaces de distinguir la diferencia. Peor para ellos, habrá pensado Montague.
Porque el hombre les tenía preparado un segundo experimento que iba a ir más allá. Montague sirvió a los participantes otras dos tazas, una de ellas etiquetada como Coca-Cola y la otra sin etiquetar. Los sujetos indicaron una preferencia por la que estaba etiquetada como Coca-Cola de casi el 85%. Ocurre que ambas tazas contenían Coca-Cola. Al parecer, Coca-Cola con una etiqueta sabía mejor que la misma Coca-Cola sin etiqueta o logotipo.
Cuando Montague sirvió más tarde tazas con Pepsi etiquetada y sin etiquetar, el hombre no encontró ningún efecto de preferencia similar a lo ocurrido con la Coca-Cola. Este hallazgo ya no era una pista. Esto era una confirmación que sugiere que Coca-Cola tiene un departamento de marketing mucho mejor que Pepsi, uno que ha logrado convencer a los consumidores a que prefieran bebidas servidas como Coca-Cola (con la etiqueta), sin importar lo que las bebidas realmente gusten. Según explicó Montague en su trabajo:
Hay imágenes visuales y mensajes de marketing que se han insinuado en el sistema nervioso de los seres humanos que consumen estas bebidas. Es posible que estos mensajes culturales perturben la percepción del gusto.
¿Cómo podría saber hasta que punto eso es cierto? Con la última y definitiva prueba. Montague colocó a los sujetos en un escáner de resonancia magnética y observó sus cerebros mientras bebían Coca-Cola y Pepsi. No fue fácil. Una especie de tornillo evitaba movimientos de más de unos pocos milímetros en cualquier dirección para mantener sus cabezas en el lugar idóneo. Luego unos tubos de plástico enviaban el líquido de cola frío a sus bocas.
De repente, Montague emite una imagen de una lata de Coca-Cola en una pantalla sobre las cabezas de los sujetos, lo hace justo antes de lanzar la Coca-Cola a sus bocas. Sus cerebros se iluminaron como árboles de Navidad. En cambio, cuando lanzó una luz de color antes de servir la Coca-Cola, o cuando sirvió Pepsi precedida por una foto de una lata de Pepsi, la actividad cerebral era mucho menor. En otras palabras, la publicidad de Coca-Cola tenía un efecto medible sobre la respuesta neuronal.
¿Y eso que quiere decir? La explicación ligeramente espeluznante del experimento de Montague es que la publicidad puede, literalmente, reconectar las neuronas en nuestra cabeza y alterar nuestra experiencia sensorial del mundo. Puede reprogramar nuestra percepción de la realidad, obligándonos a percibir dos formas casi idénticas de agua gaseosa azucarada como una degustación diferente.
Así que cuando los fans de Coca-Cola o de Pepsi insisten en que hay una gran diferencia entre las dos bebidas, para ellos esto es cierto, y lo es porque ver la etiqueta se ha convertido en una parte inextricable de la experiencia del sabor. Así es como sus cerebros están conectados. Y cuando otros insisten en que no hay diferencia, eso también es cierto.
Tan real como ciertamente perturbador.