Las 6 etapas de la pareja: descubre en cuál estás
Todas las parejas pasan por diferentes fases, aunque no todas las etapas duran lo mismo para cada una: depende de si conviven desde el principio de la relación o si viven juntos desde el casamiento. Especialistas afirman que se parecen a las etapas de nuestro crecimiento y desarrollo como personas. ¡Conócelas y encuéntrate!
1. Enamoramiento o fusión (del primer mes a los 18 meses, máximo 30 meses).
Esta es una etapa llena de esperanza. Quieren estar todo el tiempo juntos; se sienten unidos, en simbiosis y están extasiados el uno con el otro. La pareja tiene la sensación de afecto mutuo y de reciprocidad. Además, se vive especialmente el deseo y la pasión, con o sin actividad sexual, pero con una intensa fantasía. No tienen en cuenta las diferencias, sino que se fijan y destacan lo que tienen en común. Comparten todo, hacen las cosas que le gustan a uno y luego, al otro. Los dos se entienden y se sienten comprendidos. En esta etapa se tiene miedo a tener discusiones y a que el otro se enfade, así que se evitan. Una discusión parece el fin del mundo porque no se tiene experiencia de cómo se va a resolver. En esta etapa, en vez de aferrarse, hay que aprender a dejar ir. Las relaciones que tienen éxito aprenden a equilibrar el querer estar próximos y no perder la propia autonomía.
Aprendizaje de esta etapa: tienen que aprender a mostrarse tal como son, sin miedo de no gustar si dejan de complacer al otro. Según la profesora Cindy Hazan, de la Universidad de Cornell en Nueva York: “Los seres humanos se encuentran biológicamente programados para sentirse apasionados entre 18 y 30 meses”. Hazan entrevistó y estudió a 5.000 personas de 37 culturas diferentes y descubrió que el enamoramiento posee un “tiempo de vida” lo suficientemente largo para que la pareja se conozca, copule y tenga descendencia. Esto confirma que los circuitos de la dopamina y norepinefrina en el cerebro -los llamados “circuitos de recompensa”- son los mismos estimulados por drogas, por ejemplo, la cocaína. Y tal como ocurre con esta última, el cerebro genera mecanismos de “tolerancia” o acostumbramiento a los neurotransmisores sobrestimulados, es decir, se necesitan cada vez mayores cantidades de estimulante para producir el mismo efecto. Tal vez, si la estimulación se mantuviera siempre constante, esto redundaría en un daño cerebral mental para la persona. Algunos de mis clientes pensaban que se habían desenamorado cuando perdieron la euforia inicial de la etapa de fusión o enamoramiento. Aunque seguían sintiendo afecto por la pareja, el hecho de no “sentir las mariposas en el estómago” les hacía dudar de si seguían o no enamorados.
2. Relación y vinculación (18 meses a 3 años).
Los integrantes de la pareja se muestran afectivos el uno con el otro, pero también empiezan a mostrar su autonomía. La pareja diferencia el “yo-tú” del “nosotros” y se empieza a mostrar más manejable. La relación ya no es tan pasional, sino más compañera; deja de ser tan simbiótica y trasciende el dormitorio. Se puede pasar de crear un vínculo amoroso a vivir juntos o proponerse crear un hogar. Al haberse pasado el apasionamiento significa que aquellos temas que se habían reprimido durante la etapa de fusión (por miedo a la discusión y conflicto) empiezan a resurgir. Aquí empiezan a observarse las diferencias y es el momento de hacer uso de habilidades relacionales o de aprenderlas. Se significan las diferencias entre los roles masculinos y femeninos y, si conviven, quién hace qué en la casa. En esta etapa se vuelven a integrar a amigos y familia, y esto puede causar más tensiones.
Aprendizaje de esta etapa: aprender a mostrar y distinguir la individualidad y diferencias de género para un mejor entendimiento.
3. Convivencia (2º y 3° año).
El nivel sexual baja, se manifiesta el amor con más compañerismo y el nido o el hogar. Se decora la casa, se hace confortable. Aquí el amor se alimenta con el compañerismo y el apego amoroso. Pueden surgir los problemas por la familiaridad y la rutina (“donde hay confianza da asco”) y esto puede crear molestias, irritación y enfados. Las discusiones son sobre las funciones domésticas: los roles en la casa. Se producen discusiones y malentendidos porque se presuponen muchas cosas que no son ciertas. También intervienen los familiares políticos, que pueden ser motivos de discusión.
Aprendizaje de esta etapa: aprender a dialogar y discutir. El discutir enseña la destreza de llegar a acuerdos.
4. Autoafirmación (del 3° al 4º año). Es el momento de sentirse lo suficientemente seguro para hacer actividades por separado. Si no se tienen en cuenta las necesidades individuales, se crea resentimiento y problemas de identidad de los miembros de la pareja. Hasta aquí la pareja se fijó en las cosas que tenían en común; ahora se empiezan a fijar en las diferencias, pero se tienen que sentir lo suficientemente cómodos para poder hacer actividades independientes. Los integrantes de la pareja empiezan a balancear sus intereses personales con los de la pareja. Esto puede ser un shock, porque hasta aquí predominaban los intereses del dúo. Pueden surgir problemas por las diferencias evolutivas. Si un integrante de la pareja tiene baja autoestima y se apoyaba en el otro, el establecer una identidad separada o paralela le puede asustar. La persona insegura puede tener miedo de que la pareja pase tiempo sola. Puede que una pareja evite que la otra pase tiempo sola por miedo a que se acabe la pareja. Surgen luchas de poder.
Aprendizaje de esta etapa: hay que desarrollar la capacidad de compromiso. Si uno de los integrantes tiene baja autoestima, conviene que ponga atención a su desarrollo personal, porque su miedo se puede convertir en una profecía autocumplida. Muchos matrimonios se rompen al cuarto año, parece ser un número que se da en diferentes culturas y países, según un estudio.
5. Colaboración (del 5º al 15º año). Si la pareja ya se unió para hacer proyectos juntos, como los hijos, y éstos ya empezaron a ser independientes puede ser un momento mucha fricción. Esto puede ser debido a que los hijos adolescentes causan tensiones o a que cada uno quiere tener un proyecto propio y la pareja se resiente.
En otros casos, puede ser un momento de colaboración, en el que la pareja se une para hacer proyectos en común, como hablar del futuro de los hijos hasta que los hijos se vayan y establecer proyectos juntos. Si se convierte en un momento en que una pareja apoya a la otra para hacer algo, la relación vuelve a tener un resurgir. La seriedad y la sensación de fiabilidad reemplazan la inseguridad y el miedo a la pérdida de las etapas anteriores. Aquí se produce un resurgir del entusiasmo.
En cuanto a los nuevos proyectos, si se tiene en cuenta que hoy se retrasa la paternidad, éstos pueden incluir a los hijos o crear una empresa juntos. Esto trae cosas nuevas a la relación y evita el aburrimiento. En la colaboración se comprueba que se puede depender y confiar. Ya desarrollaron las destrezas de la convivencia, saben lo que piensa el otro y pueden resolver las diferencias. El problema más común es dar las cosas por supuestas. También pueden surgir problemas debido a la diferente capacidad para evolucionar o desarrollarse como personas, ya que crecen a distintos ritmos. Si hay mala comunicación, un integrante de la pareja se mete demasiado en el proyecto y se olvida del otro. Hay que tener mucho cuidado con la fina línea que separa tener independencia y llevar vidas distantes. Ésta es posiblemente la etapa más dura y por eso la media de lo que duran los matrimonios suele estar alrededor de once años.
Aprendizaje de esta etapa: si en la primera parte la compatibilidad y las metas comunes eran los ingredientes necesarios, en las etapas posteriores la falta de posesividad es primordial.
6. Adaptación (del 15º al 25º año). En esta etapa las parejas deben adaptarse a los cambios externos: hijos, “achaques”, familiares en la vejez… Éste es el momento en que las fantasías o ilusiones de cómo podría ser la pareja se desmoronan y se ve la realidad de frente. Con la madurez y la conciencia de cómo pasa la vida hay algunas personas que tienen miedo de perder el tren y, si coincide con la crisis de la mediana edad o la siguiente (la de la menopausia y andropausia), puede ser un momento en que la pareja o bien se rompe, o se consolida en las nuevas rutinas sin hijos. Es un momento especialmente duro y en el que nos cuestionamos nuestros valores y los de los demás. Puede haber un resurgir por nuevos intereses, se puede buscar la manera de sentirse útiles, productivos, y tratamos de aportar cosas a la sociedad.