¿Las bacterias del intestino escogen lo que comemos?
En el humano hay entre 10 y 100 veces más bacterias que células humanas y alrededor de 3,3 millones de genes bacterianos frente a los 25.000 humanos. Son microorganismos recubiertos por una pared protectora que se alimentan de azúcares, proteínas y lípidos y que pueden vivir en el intestino. Allí constituyen el llamado microbioma intestinal, un universo en constante cambio en el que viven muchas distintas y en las que los residuos de unas son los alimentos de otras. Por suerte para los humanos, mientras ellas viven su agitada en el tracto intestinal, el hombre se beneficia de su ayuda en la digestión, el crecimiento y la inmunidad.
Aún queda mucho por estudiar en este mundo de bacterias que cambia cada minuto en función de lo que comemos, de si tomamos antibiótico o de si hacemos ejercicio, pero esta semana, un grupo de científicos de la Universidad de Nuevo México ha publicado un artículo en la revista «BioEssays» en el que proponen una hipótesis que podría quitarnos el hambre: los microbios influyen en el comportamiento humano para que escojamos la comida que más les conviene a ellos.
«Las bacterias del intestino son unas manipuladoras», explica uno de los científicos que forman parte del equipo de Athena Aktipis, psicóloga y bióloga evolutiva. Sostienen que el microbioma libera moléculas de señalización (mensajes químicos) que influyen sobre el sistema inmune, el sistema endocrino (a través del torrente sanguíneo) y sobre el sistema nervioso (a través de las neuronas receptoras) y que eso influye en lo que nos apetece comer.
Así que quizás ellas son las responsables de que escojamos un filete con patatas en lugar de una ensalada y un poco de pescado hervido. Puede que nosotros nos pongamos obesos, pero ellas crecen más y mejor consumiendo unos nutrientes antes que otros, tal como dice Carlo Maley, biólogo evolutivo y bio-informático: «Hay una diversidad de intereses representada en el microbioma, algunas se alían con nuestras metas nutritivas y otras no».
Aunque resulta muy difícil, por no decir imposible, estudiar el comportamiento humano y achacarlo a un factor como el tener o no tener tal o cual cepa bacteriana, hasta el momento se han obtenido algunas evidencias interesantes. Por un lado se ha visto que ciertas bacterias provocan ansiedad en ratones, y por otro, en unas pruebas clínicas se observó que beber probióticos con Lactobacillus casei mejoraba el humor de los que estaban más desanimados.
Una mafia bacteriana
Pero, ¿cómo podrían cambiar el comportamiento un grupo de bacterias? Los investigadores sugieren que se valen del nervio vago para «sobornar» a nuestro apetito. Este nervio es una especie de autopista de información que conecta con unos 100 millones de neuronas y que mantienen bajo control nervioso el tracto digestivo. Según explica Aktipis, influyen en nuestra mente «cambiando los receptores del gusto, produciendo toxinas que hacen que nos sintamos mal y liberando sustancias de recompensa para que nos sintamos bien».
Por suerte, nosotros también podemos influirlas a ellas. Lo que comemos puede provocar cambios drásticos en el microbioma en menos de 24 horas. «Nuestra dieta tiene un enorme impacto sobre las poblaciones microbianas del intestino», dice Maley. «Es un ecosistema completo (una unidad formada por un medio ambiente y las comunidades de los seres vivos que la forman), y está evolucionando cada minuto». Por ejemplo, los japoneses tienen abundancia de bacterias «especializadas» en digerir algas.
Ahora la cuestión no es solo poder confirmar esta hipótesis, sino también averiguar si un trasplante de flora intestinal podría cambiar el comportamiento. ¿Podría ocurrir que la flora de un japonés hiciera que a un español le apetezca más comer algas?
Refuerzos intestinales
«Como la microbiota puede ser fácilmente manipulable con prebióticos (suplementos nutritivos para bacterias), probióticos (bacterias ingeribles que crecen luego en el intestino), antibióticos (compuestos químicos que atacan a ciertos grupos de bacterias), trasplantes fecales y cambios en la dieta, cambiar nuestra microbiota es una forma de tratar la obesidad», explican los autores.
Y no solo eso: «centrarse en el microbioma podría abrir posibilidades para prevenir muchas enfermedades, desde la obesidad y la diabetes al cáncer del tracto gastro-intestinal. Estamos solo empezando a arañar la superficie de la importancia del microbioma para la salud humana», ha explicado Aktipis.
Fuente: ABC.es / VIC