Las peores cárceles del mundo
La vida de la cárcel, con todas sus vicisitudes e intrigas, siempre ha sido de interés para los cineastas, que la han retratado en un buen número de películas y series de televisión. En la actualidad, la ficción más recomendable y exitosa ambientada entre rejas es Orange Is the New Black, que estrena cuarta temporada en Movistar+, creada por Jenji Kohan y basada en las vivencias reales de Piper Kerman en una prisión federal estadounidense de Danbury, Connecticut, que en la serie se sitúa en Litchfield, Nueva York.
Sin embargo, pese a su progresiva oscuridad, el tono cómico es mayoritario en ella y, desde luego, lo que les ocurre a estas reclusas podría considerarse algo típico de algún entorno paradisiaco en comparación con lo que sucede en las cárceles más peligrosas del mundo. Veamos cuáles son según los datos ofrecidos por organizaciones defensoras de los derechos humanos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
Infiernos con rejas en la tierra
A cerca de diez kilómetros de Lima, la capital peruana, en San Juan de Lurigancho, se encuentra la cárcel de San Pedro, la mayor de todo el país. Pero su capacidad para 2.500 reclusos se ve desbordada hasta el punto de que allí se encierra a unos 7.000 a día de hoy. Por las corruptelas y la falta de control efectivo de tan excesiva población carcelaria, la tuberculosis, la venta de drogas y la toxicomanía, las violaciones y los asesinatos son lo más habitual allí.
El problema de la prisión parisina de la Santé, cuyas condiciones deplorables llevaron a un antiguo médico a publicar un libro sobre ella que desató un escándalo mayúsculo, es la excesiva violencia que padecen los reclusos nuevos y los más débiles a manos de los que están en la cumbre de su jerarquía; no pocos han recurrido al suicidio por esta razón. Los internos únicamente abandonan sus celdas durante cuatro horas diarias como un intento desesperado de reducir la violencia.
En la venezolana Cárcel Nacional de Maracaibo, la Sabaneta, no sólo tienen lugar homicidios cada día y el tráfico de drogas y de armas está sumamente extendido, sino que también los presos de mayor poder extorsionan a otros con la excusa de protegerles y, como todos carecen de atención sanitaria, las enfermedades campan a sus anchas entre sus muros.
La prisión rusa de máxima seguridad de Petak, que fue levantada para encerrar a los presos más peligrosos, se encuentra aislada en medio del lago Béloye, en Vólogda. Los reclusos pasan la mayor parte del día en celdas de aislamiento, y las temperaturas extremadamente bajas suelen arruinarles psicológicamente.
Al sudeste de Turquía está la cárcel de Diyarbakir. Ha sido reiteradamente denunciada por ser el escenario del mayor número de violaciones de derechos humanos, con centenares de protestas internas, huelgas de hambre y violentos altercados, contra la insalubridad intolerable, las torturas físicas y psíquicas y la tremenda cantidad de abusos sexuales que allí se producen. Así, no es de extrañar que las tentativas de suicidio constituyan el pan de cada día.
Casi todos los presos de la tailandesa Bang Kwang viven encadenados la mayor parte del tiempo, hasta a la hora de dormir. Su hacinamiento, sus lamentables infraestructuras y su escaso personal de vigilancia la convierten en un despropósito penitenciario, en el que la parquedad de las raciones empuja a los internos a entablar sangrientas trifulcas que suelen acabar en asesinato.
A unos 200 kilómetros de Damasco, en los desiertos sirios del Este, se alza la cárcel de Tadmor, señalada por Amnistía Internacional como la más opresiva de todas, pues cada elemento de su estructura y organización “está diseñado para deshumanizar a su población carcelaria”. Y se dice que la prisión ruandesa de Gitarama Central, que alberga a 7.000 reclusos en un espacio para 400, es el verdadero infierno en la tierra por las brutalidades que suceden en su interior.
En el Campo 22 de Corea del Norte, los presos son sometidos a terribles torturas y sirven como especímenes para la experimentación humana con armas biológicas, según denuncia la misma Amnistía Internacional. Y la cárcel brasileña de Curado, en Pernambuco, tiene la mayor insalubridad del planeta, con un quinto de sus internos seropositivos, y su tremebunda violencia sexual, violaciones grupales incluidas, es prácticamente imposible detenerla debido a la superpoblación y la escasez de personal para atajar las conductas salvajes.
Si nos atenemos solamente a la situación de las mujeres reclusas, hemos de decir que Estados Unidos recluye a un tercio de las presidiarias del mundo entero, pero pronto será eclipsado por China, cuya tasa de aumento supera ampliamente a la de los demás países; y Tailandia cuenta con el mayor porcentaje de presas por habitante debido a las altas penas a las que se condena, por delitos como el tráfico de drogas.Las mujeres sufren violaciones generalizadas y prostitución obligatoria
En las peores cárceles con pabellones femeninos, al hacinamiento, la insalubridad, el hambre inducida, los trabajos forzados y las agresiones de guardias y otras prisioneras más veteranas, hay que añadir las violaciones generalizadas y la prostitución obligatoria. Un panorama desolador contra el que hay que seguir trabajando con denuedo; y ojalá las ficciones cinematográficas sobre reclusos nos ayuden a empatizar y comprender que la reinserción no se consigue a través del castigo, y mucho menos los actos más inhumanos.