Las ventajas de tener un cerebro ordenado
El mundo se está volviendo cada vez más complejo, y cuanto más perdemos la perspectiva de las cosas, mayor es la necesidad de tener nuestro entorno en orden. Esa necesidad empieza en nuestra propia cabeza. El cerebro tiende a la organización y la limpieza. Eso al menos se deduce de un reciente estudio firmado por la Universidad de Princeton y la Universidad de Texas-Austin, que ha descubierto el ‘truco’ que usa el cerebro para evitar llenarse de recuerdos innecesarios o prescindibles y operar así más eficazmente.
Antes de enfrentarnos a una situación familiar o habitual explican los investigadores, el cerebro hace una predicción subconsciente de lo que espera encontrarse. Pero si esa predicción resulta equivocada, los recuerdos relacionados con ella disminuirán o desaparecerán directamente. Nicholas Turk-Browne, profesor de Psicología de Princeton, lo explica con el ejemplo de la cafetería. El cerebro de una persona que va por segunda vez a una cafetería automáticamente predice que va a ser atendida por la misma persona que le dio el café la primera vez, pongamos Raquel. Si la segunda vez la atiende Mike, el cerebro se olvida de Raquel porque esa información resulta irrelevante. Experimentos como estos se han realizado con 24 adultos monitorizados con una máquina de resonancia magnética para visualizar su proceso memorístico. El experimento se centraba en la posible manipulación de la memoria y en los errores que esta comete, pero salió a la luz esa necesidad de nuestro cerebro de hacer continuas ‘limpiezas’. Conclusión: el cerebro necesita librarse de lo innecesario, priorizar para predecir y así aumentar su eficacia.
El orden lleva al bien
En esta misma línea, favorable al orden para mejorar el rendimiento, se posicionan los estudios de la psicóloga Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos). Sus investigaciones, publicadas en Psychological Science el año pasado, concluyeron cosas tan curiosas como que «un entorno limpio y ordenado llevaba a la gente a hacer cosas buenas, como mostrarse más generosa o no implicarse en el crimen».
En los primeros experimentos, a los participantes se les pedía que rellenasen unos cuestionarios en una oficina. Algunos lo hacían en una oficina limpia y ordenada; y otros, en una desordenada y sucia. Después, a los participantes se les ofrecía la posibilidad de hacer una donación caritativa y se les daba a elegir entre una manzana o un snack de chocolate cuando se iban.Los que habían estado en la habitación limpia daban más dinero a la caridad y se mostraban más proclives a elegir la manzana en lugar del chocolate. Tendían a hacer más lo que solemos considerar correcto.
Caos también es innovación
Recientemente, los psicólogos de Minnesota han ampliado el estudio. Su objetivo: comprobar las ventajas del desorden, si es que las hubiera. Y las hay. A las pruebas anteriores se añadió una nueva: esta vez se pidió a los participantes que, además de todo lo anterior, propusiesen nuevos usos para las pelotas de ping-pong. Juzgados los resultados por un público imparcial, las respuestas de quienes habían hecho la prueba en un entorno caótico eran mejores, más creativas. Es decir, confirmaban lo predecible: «Los entornos desordenados animan a romper los esquemas y plantear soluciones innovadoras. Los ordenados animan a la convención y a jugar sobre seguro», concluye Vohs. Y esto es así independientemente de dónde se realice la prueba. Este experimento se hizo en seis lugares diferentes y los resultados no variaron. Las especificidades de la habitación no afectaban al resultado. Pero que estuviese ordenada o desordenada sí lo hacía. Y notablemente.Los investigadores están trabajando ahora en el entorno virtual. De momento, los hallazgos sugieren que en Internet se funciona de la misma forma que en el mundo físico.
¿Cómo es tu despacho?
El orden, según todos los estudios, contribuye a mejorar la productividad y aumentar el rendimiento. También aporta equilibrio y fomenta una mayor fuerza de voluntad. Quizá, por ello, la gente más trabajadora juzga tan negativamente a los desordenados. Según una encuesta de la Universidad de Columbia, en Nueva York, el 59 por ciento de los empleados los rechaza. Ser meticuloso tiende a forjar una personalidad más responsable y madura. Pero, ojo, un escritorio ordenado en exceso habla de una personalidad poco espontánea y con escaso sentido del humor. En este sentido, el estudio más sorprendente fue el del psicólogo Sam Gosling, de la Universidad de Texas, que tras analizar 500 despachos concluyó que aquellos con restos de comida, papeles revueltos y libros a medio abrir pertenecen a personas más felices, poco dadas a los conflictos y con un carácter más abierto.
Pero el orden o desorden no solo afecta a los entornos laborales. Hay investigaciones que concluyen que los hogares caóticos entorpecen el desarrollo cerebral en los primeros años de vida. Uno de esos trabajos es el de Stephen Petrill y sus colegas de la Universidad de Pensilvania con parejas de mellizos nacidos en los noventa. Sus resultados confirmaron que los niños criados en ambientes más desordenados, y por tanto más estresantes, desarrollaron peor sus capacidades cognitivas. La falta de organización y el caos en nuestro espacio físico, además, aceleran las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina. Para la doctora Pamela Peeke, de la Universidad de Maryland, el desorden genera impotencia y precipita el envejecimiento.
Ningún estudio ha determinado una predisposición genética a crear entornos armónicos. Pero la conclusión más extendida es que el orden, como cualquier conducta que implique disciplina, se puede aprender. En este sentido, el estudio de referencia es el de James Wilson y George Kelling, que desarrollaron la llamada ‘teoría de las ventanas rotas’. Demostraron cómo el desorden y la desidia contagian la mala conducta e incluso el delito. Si se rompe el cristal de una ventana de un edificio y nadie lo repara, la gente destrozará el resto.