Leonardo Favio: a una década de su muerte dominicanos cada día cantan “ding dong ding dong, estas cosas del amor”
Han pasado diez años de la despedida terrenal del cantautor y cineasta Leonardo Favio, pero en República Dominicana no se le olvida. A diario, más de una vez suena en algún lado, ya sea en una emisora radial, programa de televisión, en una casa familiar, en un colmadón o en un karaoke.
“Fuiste mía un verano”, “Ding dong”, “Ella ya me olvidó”, “Ni el clavel ni la rosa”, “La foto de carnet” y “La Cita”, entre otros inolvidables temas que fueron éxitos en voz de Leo Favio tienen décadas formando parte del repertorio inolvidable de varias generaciones en este país caribeño de 10.7 millones de habitantes.
Entre sus temas populares, “Para saber cómo es la soledad” tiene particular significado porque fue dedicado a su amigo Carlos Raúl, fallecido cuando estaba terminando de grabar el disco que cambió la historia de su vida y marcó el curso de la música romántica en Argentina.
Es tanta la fidelidad aquí que para el pasado viernes 15 estaba anunciada una presentación en Hard Rock Café Santo Domingo del cantante Sergio David, considerado el mejor imitador del siempre recordado cantautor argentino fallecido el 5 de noviembre del 2012.
En sus conciertos, el intérprete colombiano rinde homenaje al legendario cantante y rememora los éxitos que convirtieron a Favio en uno de los pioneros de la balada romántica en América Latina en los últimos años de la década del 60 y principios de los 70.
Se recuerda que a Leonardo Favio, Sandro de América, Palito Ortega y Leo Dan le llamaban los “Cuatro Fantásticos”, por la amplia popularidad que alcanzaron a nivel internacional en la época de oro de la balada en español.
Favio, uno de los grandes precursores de la balada romántica argentina, a lo largo de su vida lanzó 25 discos. El último, en 2011, una colección de sus máximos hits.
El fenecido artista argentino fue uno de los mayores exponentes de la industria musical de ese país, en esa época dorada de la música romántica.
La popularidad de Favio llegó a tales niveles a finales de 1960, que en un momento llegó a vender 45 mil discos por día, algo pocas veces visto en esa época.
Fernando García describió en un artículo publicado en 2018 en el periódico argentino La Nación lo que sus canciones románticas significaron en medio de aquellos años de mediados de siglo XX en medio de un mundo de hippies, rebeldía estudiantil, drogas, sexo, paz y amor.
En 2018 García escribió sobre aquel de entonación enfática, casi solemne, que ya había revolucionado el ojo argentino del cine con “Crónica de un niño solo” (1965) y “Romance del Aniceto” y la “Francisca” (1966) y que en ese 1968 convulso tuvo sus 33 revoluciones por minuto con el long play “Fuiste mía un verano”.
“Nuestro Leonardo radiografió un motti dell’ anima que su voz, diríamos hoy, se hizo viral: el enamoramiento fugaz, la huella imborrable. Es leyenda que la demanda por el álbum de Leonardo Favio fue tal que la CBS no daba abasto con su fabricación y tuvo que pedirle auxilio a su archirrival, la EMI-Odeón. “Fuiste mía un verano” y “Ella ya me olvidó” comparten cadencia, están en el límite de lo narrado y lo cantado, y por obra y gracia del arreglador Marito Cosentino transmiten, sí en presente, el flechazo partido” (Fernando García, 2 de diciembre 2018, La Nación).
Esa presencia diaria de Leonardo Favio entre los dominicanos no es fortuita. Se construyó en una serie de conciertos que protagonizó en escenarios locales durante el siglo XX. Su última vez quedó registrada en el año 2002, en el Maunaloa Night Club.
En esas visitas, hizo relaciones amistosas con músicos y artistas dominicanos, entre ellos Manuel Tejada y José Antonio Rodríguez, de quien grabó en 1985 el tema “Puedo”, incluido en el álbum “Yo soy”.
Por igual de 1985, del disco “Yo soy”, es “La cita”, escrita por Alejandro Jaén y grabada en balada por Leonardo Favio en 1985.
A la par de la música, Favio desarrolló una carrera en el cine. De hecho, en su país ganó más respeto y permanencia por esta faceta audiovisual que por la música.
Favio es uno “de los pocos creadores que tiene el privilegio de ser admirado por grupos antagónicos en relación con los gustos por el arte. Ni el espectador más elitista menciona su mirada popular como una crítica. Favio propone arte de masas, aunque busque alejarse de la palabra artista y prefiera definirse como un trabajador de la cultura”, destaca un artículo de 2011 en el periódico argentino La Nación.
Luego agrega: “Tiene en su haber las dos películas más taquilleras de la historia del cine argentino: Juan Moreira y Nazareno Cruz y el lobo, que convocaron entre ambas a más de 6 millones de espectadores. También el disco récord, Fuiste mía un verano, aunque ésa es otra historia (increíble, ya que llegó a vender un promedio de 11 mil discos por día, y un millón y medio de placas en total)”.
Como reconocimiento generalizado de su obra, reseña La Nación, se puede mencionar una encuesta que el diario Perfil publicó en 2005, sobre las películas argentinas más destacadas.
Respondieron cien personas del ambiente cinematográfico -directores, críticos, actores, guionistas, productores y periodistas-, que eligieron a “El dependiente” (de 1969) como el mejor film de la historia.
Entre los mejores diez quedaron también, bajo su dirección, “Éste es el romance del Aniceto y la Francisca” (de 1968), “Soñar, soñar” (1976), y “Crónica de un niño solo” (1965).
Su primera producción cinematográfica fue el cortometraje “El amigo”, estrenado en 1960.
“Nazareno Cruz y el lobo fue el último guión que escribí con felicidad”, cuenta Leonardo Favio en el libro de conversaciones con la periodista Adriana Schettini (Pasen y vean) publicado en 2007 e imprescindible para conocer a uno de los más notables creadores cinematográficos que dio la Argentina, resalta La Nación en otra publicación de 2021 firmada por Marcelo Stiletano.
Leonardo Favio nació el 28 de mayo de 1938, en Luján de Cuyo, Mendoza, y recibió el nombre de Fuad Jorge Jury, que luego cambió para dedicarse al arte.
Fuad, su nombre de pila, es de origen libanés. Su padre, Jorge Jury Atrach, llegó a Argentina procedente de Siria a los 16 años.
En cambio, su madre, Manuela del Carmen Olivera, cuyo nombre artístico era Laura Favio, era actriz y guionista de radioteatros.
“Todo comenzó con los sueños de mi mamá -contó más de una vez-. Ella dirigía un grupo de radioteatro, La Compañía Laura Favio, y escribía para Buenos Aires”, reseña el diario Clarín en un reportaje publicado el 4 de noviembre de 2022 por Graciela Guiñazú y Eduardo Barone.
Él le “robó” el apellido artístico a Laura, quien le sugirió el nombre de Leonardo, por Da Vinci.
Leonardo Favio aprendió a tocar la guitarra cuando tenía ocho años, con un zapatero chileno que le enseñaba las canciones de Atahualpa Yupanqui a cambio de trabajo.
El escritor argentino Norberto Galasso afirma en su libro que en su juventud Favio “cantaba en clubes de mala muerte, con piso de tierra, parroquianos borrachos que lo miraban raro y chicos que jugaban corriendo y tirando sillas”.
“El hambre de aquel pibe de la calle -con una infancia llena de privaciones, transitada en distintos reformatorios, hogares transitorios y hasta el Penal de Devoto- va a estar presente a lo largo y a lo ancho de todo su arte”, destacan Graciela Guiñazú y Eduardo Barone.
Autodidacta, sus primeros pasos los dio en el radioteatro como actor, aunque no estudió ese arte ni música tampoco.
“Favio era un tipo sencillo en su hablar, que siempre, pero siempre encontraba una salida poética para rematar alguna frase, o miraba con picardía cuando se estaba por descubrir que decía alguna mentira piadosa”, señala Pablo O. Scholz en el diario Clarín de Argentina, en un artículo el pasado 28 de mayo 2023, a propósito de que ese día Leonardo Favio cumpliría 85 años y que tituló “una figura irrepetible para el cine y la música argentina”.
El artista tenía bastante claras sus facetas: “Cuando canto no hago cine y cuando hago cine, no canto… Pero las dos cosas me apasionan, me gustan”, llegó a decir.
En la publicación de 2022 de Clarín se puntualiza que “el cineasta, el actor y el cantante no pueden ser disociados, mal que le pese a quienes en algún momento intentaron separarlos. Una falsa disyuntiva de cierta cultura elitista eligió ensalzar sólo una parte del genio, omitiendo adrede su costado más romántico”.
El veterano cantante y cineasta murió en Buenos Aires el 5 de noviembre de 2012 luego de luchar contra una sucesión de problemas de salud que limitaron en sus últimos años la continuidad de su extraordinaria obra artística. Tenía 74 años. Ya había dejado un legado para la historia de Argentina con extensión a países lejanos como República Dominicana, donde cada día queda inmortalizado al ritmo de “ding dong ding dong, estas cosas del amor”.