Los amuletos de Obama
Es el hombre de moda, el político del cambio, el símbolo de que todo lo que se quiere se puede conseguir. Pero Barack Obama, además de confiar en sus propios medios para alcanzar sus sueños, también cree en la suerte y en la superstición. Prueba de ello son los numerosos amuletos que fue atesorando durante la campaña electoral de 2008 que le fueron entregando todos sus simpatizantes a lo largo y ancho de Estados Unidos y que él lleva consigo, generalmente, en el bolsillo derecho de su chaqueta.
Entre ellos se encuentran un brazalete de un soldado destinado en Iraq, una moneda de la suerte, una figurita de un dios mono hindú y varias medallitas de la virgen. Según propias palabras del presidente, “la gente es muy generosa, invierte sus esperanzas en mí, me dan estos objetos y dicen que quieren que yo esté bien, pero que debo pelear por ellos”.
Pero Obama no sólo cree en el poder de los amuletos, también es supersticioso, según ha declarado él mismo. Una prueba de ello es que en agosto de 2008 se encerró en un hotel cerca de su casa para preparar su primer discurso como candidato demócrata, el mismo sitio en el que en 2004 había escrito La audacia de la esperanza, el discurso que propició su ascenso a la política americana.
Estas creencias de Obama han traspasado las fronteras de Estados Unidos y llegaron hasta la India y Japón. En la India, un templo hindú de Nueva Delhi le entregó en junio de 2008 una figura del dios mono Hanuman de unos 60 centímetros de altura y chapada en oro, para que le diera suerte en las elecciones presidenciales de noviembre de ese mismo año. Parece que el dios hindú hizo su efecto, porque Barack Obama salió elegido como nuevo presidente de Estados Unidos. Otra pizca de buena suerte también se la pudo otorgar un daruma, un tradicional muñeco que los políticos japoneses utilizan como amuleto de buena fortuna. Éste se lo envió la ciudad japonesa de Obama a un Obama todavía candidato presidencial, para que saliera elegido. Este amuleto, se comercializa con los ojos en blanco, sin pintar, cuando comienza la campaña se pinta un ojo y cuando se obtiene la victoria electoral, se hace lo propio con el otro.
POLÍTICOS SUPERSTICIOSOS
Obama no es el único caso de político que cree en la fuerza de los amuletos, en la suerte y la superstición. A lo largo de la historia, han sido muchos los dignatarios de todo el mundo que confiaron en ello para forjar sus destinos.
El emperador romano Julio César creía en los sueños premonitorios, por lo que le aterrorizaba tener pesadillas. Enrique VIII creía que su matrimonio con Ana Bolena había sucedido tras un acto de brujería y Pedro el Grande, tenía verdadero terror a cruzar un puente. El gran Napoleón era otro personaje histórico conocido por su afición a estos temas; antes de cada campaña pedía consejo a su vidente personal, Madame Normand, y una leyenda cuenta que antes de la batalla de Waterloo le había confesado a uno de sus comandantes que estaba convencido de que iba a perder la batalla ya que la noche anterior había soñado con un gato negro.
Entre los más supersticiosos de los mandatarios mundiales de todos los tiempos se encuentra Adolf Hitler. El dictador alemán creía que el número siete tenía poderes especiales y que el emblema nazi, la esvástica, tenía en él una influencia mágica. Entre sus consejeros particulares se encontraban astrólogos y videntes y, en muchas ocasiones, realizaba sus estrategias militares guiado por los astros. Tal era su creencia en la astrología que los oficiales del bando aliado consultaban a sus propios expertos en la materia con la esperanza de anticipar de qué manera podría influir el horóscopo de Hitler en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.
El político inglés Winston Churchill llevaba siempre consigo un bastón al que llamaba “de la buena suerte” y con él quitaba de su camino a todo el gato negro que aparecía.
Pero el tema de estas creencias no es sólo una cuestión histórica, porque destacados políticos contemporáneos han confiado en ellas a lo largo de sus mandatos. Por ejemplo, el matrimonio Reagan, sobre todo Nancy, tenía mucha fe en los horóscopos, de hecho, tenían una astróloga de cabecera, Joan Quigley. Cuando fue Primera Ministra de la India, Indira Gandhi, también recurría a un gurú personal antes de tomar una decisión importante.
Los políticos italianos no han escapado a este tipo de temas, desde Romano Prodi que en los años setenta organizaba sesiones de espiritismo, pasando por Silvio Berlusconi que creía en el gafe y le mandaban amuletos de toda Italia para conjurarlo y suele llevar corbatas con lunares porque dice que le dan suerte o el histórico líder del Partido Comunista Palmiro Togliatti, que era un apasionado del Tarot.
El presidente francés Nicolas Sarkozy, tiene en su oficina del Elíseo un trébol de cuatro hojas de la buena suerte y según el libro de Paul Scott, Los Blair, una relación especial, Cherrie, la esposa del ex primer ministro británico, consultaba a una vidente, a la que enviaba una uña del dedo gordo de su marido, para que leyera el futuro en ella. En 2003, el periódico inglés Daily Telegraph, publicó que el príncipe Carlos de Inglaterra, llevaba desde hacía unos meses una pulsera roja y blanca de la buena suerte que le habían regalado en una visita oficial a Bulgaria. Según la información aportaba salud y bienestar a su portador, quien debía quitársela cuando viera las primeras cigüeñas o golondrinas.