Estos son: La OSCURIDAD, la CRUELDAD, la MALA EDUCACIÓN (o descortesía), la MANÍA DE LA ESPECIALIZACIÓN, el AMOR AL CASO, la ESTUPIDEZ y la PEREZA.
1. LA OSCURIDAD. Si Ud. no comprende nada de las explicaciones de su médico, es que él sucumbe al pecado de oscuridad, el más difundido. Se envuelve en una niebla sonora de palabras sabias, venidas del griego o del latín, como el calamar se envuelve en su nube de tinta. El Dr. Asher se burla del pathos negro que pretende ocultar profundidades sublimes. Ej.: un médico quiere decir que hay que juzgar la salud de los hombres teniendo en cuenta las condiciones de trabajo y alojamiento, y dice: “Es generalmente admitido que la valuación del status nutritivo de una comunidad humana debe necesariamente incluir las referencias a las condiciones mesológicas”. Un estudiante inglés que debe describir el caso de un enfermo que se queja de no tener ya piernas para subir un repecho tradujo: “El paciente se queja de que durante su ambular trepando un declive, sufre del sentimiento de la expectativa de una inminente desintegración.”
2. LA CRUELDAD. El Dr. Asher denuncia luego la crueldad mental. Ella se ejerce de tres maneras: el médico dice demasiado, dice demasiado poco o bien susurra a terceros en presencia del enfermo. Si dice demasiado, el enfermo retendrá siempre un período del discurso, “soplo cardíaco”, por ej., e irá prontamente al diccionario de medicina a buscar la certeza aterradora de que puede morirse de un momento a otro. Si dice demasiado poco, deja al enfermo en la inquietud, presa de atroces suposiciones. Médicos, no vaciléis. Decid en seguida al artrítico que no quedará inválido y al resfriado que no está tuberculoso. Pero lo peor es la manía de conferenciar en voz baja con la familia. Es suficiente para que el enfermo se vea desde ya sobre la mesa de autopsias. La crueldad puede ser física. Exceso de investigaciones penosas e inútiles. Al fin de cuentas, el débito (gasto) en litros del corazón de un cardíaco es menos importante que la cantidad de pisos que éste pueda subir sin peligro. Médicos, vuestros enfermos son fácilmente asustables por el despliegue de instrumentos de níquel. No hagáis correr vuestra mesa rodante de cirugía para un simple pinchazo.
3. LA DESCORTESÍA. Los estudiantes de Medicina contraen el hábito de este tercer pecado capital en el hospital y en la Facultad. “Una vez pedí a un estudiante que examinara el vientre de una enferma”, cuenta el Dr. Asher. “Saltó en la sala de consulta, tiró de la sábana, hundió su mano exclamando luego: ¡Dios mío, qué belleza! “Hablaba de un bazo excepcionalmente grande, no de la paciente. Eso no se hace. Médicos, aconseja el Dr. Asher, sed pacientes cuando un enfermo tiene dificultad para explicarse. No hagáis chistes fuera de lugar, y cuando él os cuente los síntomas de su mal, no dejéis errar distraídamente vuestros ojos sobre el diario tendido en la cama del hospital. Finalmente, guardar las manos en los bolsillos, no es solamente rasgo de mala educación sino técnica muy ineficaz para palpar un abdomen.
4. LA MANÍA DE LA ESPECIALIZACIÓN. El Dr. Asher cita el caso de un oculista que, comprobando en un enfermo una pigmentación anormal del iris, se preguntó con gravedad si eso no formaba parte de un síndrome que incluía también mayor número de dedos que el normal. Era muy simple verificarlo. Pero un oftalmólogo no se ocupa más que de los ojos. Dirigió a su enfermo, que tenía diez dedos, como todo el mundo, a otro médico, que pudiera ocuparse de ese aspecto de la cuestión. Es el caso más exasperado de super-especialización que se conozca.
5. EL AMOR AL “CASO”. Es sobre todo el pecado del médico principiante. Pronto aprenderá, si hace un esfuerzo de olvidar las más sabias lecturas, que el dolor de cabeza y los vómitos son más a menudo el efecto de una jaqueca que el signo de un tumor al cerebro y que las hemorragias de nariz son más a menudo provocadas por la uña que por la hemofilia.
6. LA ESTUPIDEZ. Es simplemente lo contrario del sentido común. El médico “estúpido” es aquel que aplica seriamente las terapéuticas tal como salen de su manual, sin tener en cuenta la situación social del enfermo. Es lo bastante insensato como para prescribirle aguas termales a un bichicome.
7. LA PEREZA. La pereza médica – el séptimo y más secreto de los pecados capitales – es más frecuente de lo que sospechan los enfermos. Conduce a menudo a la omisión del examen físico minucioso, o enojoso. “Es tan tentador, añade el Dr. Asher, hacer como que uno no lo ve cuando la aguja aséptica toca el camisón; eso evita cambiar la aguja”. La pereza mental es más frecuente todavía. Si el día está caluroso, el enfermo un poco sordo, el médico un poco apurado, el ambiente muy ruidoso, es grande la tentación de timbearse el diagnóstico o aceptar el de la familia o del enfermo. Los médicos carecen, muy a menudo, de paciencia. (A veces es preciso un interrogatorio estricto y prolongado para que una mujer confiese que no se nutre más que de tostadas con margarina y de tazas de té).