Mitos acerca del yogurt
Conoce 10 mitos y verdades acerca de las distintas versiones de tu lácteo favorito, para elegir la mejor la próxima vez que vayas al súper.
El yogur se diversificó
Ya no es como antes, cuando en la góndola debías elegir entre la versión firme o la bebible, de vainilla o de frutilla. Allí se acaban las opciones. Hoy debes decidir entre el griego, el reducido en grasas, el helado, el fortificado y el enriquecido con probióticos, entre otras variedades. La “yogurmanía” está en auge, pero ¿es cierto todo lo que se dice?
“El yogur no aporta grasas”.
Falso. Los yogures a base de leche entera aportan al menos 5 gramos de grasas saturadas (¡las que suben el colesterol!). Y cuidado con tu favorito, el yogur griego: en solo 7 oz –198.4 gr– contiene 16 gramos de grasas, que representan el 80% del total diario recomendado para una dieta de 2 mil calorías. ¡Lee atentamente las etiquetas nutricionales y busca siempre las opciones reducidas en grasa!
“El yogur helado es light”.
Dudoso. Varios expertos en nutrición señalan que la versión más deliciosa del yogur no es tan light como se proclama, sobre todo cuando abusas de esos riquísimos toppings de galletas y chips de chocolate, o pides las porciones más grandes.
“El yogur griego es el más saludable”.
Falso. Esta variante contiene más proteína, pero menos calcio. ¿Por qué? Porque le quitaron el suero, ese líquido que encuentras ni bien abres un yogur, que es rico en calcio. Por esto, el yogur griego es más cremoso pero menos nutritivo, al menos en este sentido.
“Los mejores yogures son los fortificados”.
Dudoso. Aquellos con extra vitamina D son muy beneficiosos para absorber el calcio. A su vez, puedes prescindir de los yogures fortificados con fibra. Contienen un tipo de fibra procesada llamada inulina, que carece de las propiedades de la fibra natural de los cereales, las semillas y las frutas. Por eso, fortifica tú misma el yogur, agregándole estos alimentos, ¡y listo!
“El yogur de soja es más ligero”.
Falso. Apto para veganos, la única contrapartida es que es difícil encontrar un yogur de soya sin azúcar. Por otra parte, se le agregan aditivos para que tenga esa consistencia sólida, porque, naturalmente, tiende a ser mucho más blando.
“Necesitas los probióticos para no enfermarte”. Falso. Los probióticos no son indispensables para la salud. Sin embargo, tienen algunos beneficios: contribuyen a la digestión y se ha demostrado que son buenos aliados en el tratamiento de la diarrea (en niños solamente).
“El yogur te ayuda a adelgazar”.
¡Verdadero! En un trabajo reciente hecho por la Universidad de Harvard y publicado en la revista New England Journal of Medicine, se demostró que las personas que comían yogur todos los días tendían a perder alrededor de 1 libra –alrededor de medio kilogramo– cada cuatro años. ¿La clave? Optar siempre por la versión regular y sin grasas.
“El yogur es un alimento rico en nutrientes”.
Verdadero. Hay que reconocer que la “yogurmanía” tiene fundamentos válidos. Todas las variantes de yogur contienen calcio, vitamina D y B, proteínas y potasio, nutrientes esenciales para la salud.
“Está permitido para quienes sufren intolerancia a la lactosa”.
Verdadero. El yogur contiene menos lactosa que el helado y la leche. Si sufres los síntomas de la intolerancia, combina una pequeña porción de yogur con otros alimentos, como nueces, frutas o cereales. Las bacterias “vivas” de este producto, los famosos lactobacilos, te ayudarán a digerir la lactosa.
“El yogur beneficia la salud intestinal”.
Verdadero. Es uno de sus principales beneficios. El yogur incide sobre la microflora intestinal, es decir, en el equilibrio natural de las bacterias en tu organismo. Puede ayudarte a prevenir la constipación, entre otros problemas.
Lee las etiquetas.
La verdad del yogur está a la vista: en las etiquetas nutricionales del producto. Fíjate qué proporción de grasas, sodio y azúcares aporta, ¡antes de comprártelo! Si tienes dudas, y antes de hacer cambios en tus hábitos alimenticios, no olvides consultar con un profesional de la salud.