Mujer llega a su funeral y confronta a marido que la mandó a matar
“¡Sorpresa! ¡Todavía estoy viva!”, fueron las palabras con las que Noela Rukundo sorprendió a su esposo luego de que este despidiera a las personas del funeral al que asistieron para darle el pésame por la muerte de ella –según él- en un accidente vehicular. La realidad era otra, una mucho más macabra y que involucraba directamente a quien fue su marido por una década: Balenga Kalala, quien hace un año contrató a un grupo de matones en Burundi para que secuestrase y matara a su compañera.
Los sicarios, sin embargo, no cumplieron con el contrato y la dejaron en libertad.
La increíble historia de Noela –que parece sacada de un thriller de Hollywood- fue reseñada hoy por la BBC en su edición digital. La mujer realiza un cautivante recuento del momento en el que confrontó a su esposo a las afueras de su fabricado funeral y los escalofriantes días que pasó en cautiverio por los asesinos que le perdonaron la vida.
“Cuando me bajé del carro, él me vio inmediatamente. Se puso las manos en la cabeza y dijo ‘¿son mis ojos? ¿Es un fantasma?”, recuerda Noela, quien le respondió “¡Sorpresa! ¡Todavía estoy viva!”.
Cinco días antes, la mujer viajó de Australia –donde reside- a su natal Berundi para asistir al funeral de su madrastra. Al regresar a la habitación de su hotel, tarde en la noche, recibió una llamada de Kalala –padre de sus tres hijos menores- desde su hogar en Australia. Ambos conversaron por un rato, mientras él le insistía que saliera del hotel a distraerse y tomar aire fresco, lo cual ella hizo.
Tan pronto salió del hotel, se encontró con una pistola apuntada directamente a su rostro.
“El hombre me dijo ‘no grites. Si gritas te voy a disparar. Me van a coger pero tú estarás muerta”, recordó Noela, quien siguió las instrucciones de su secuestrador, montándose en un carro junto a otros dos hombres que también portaban armas. El vehículo recorrió un trayendo por alrededor de 30 a 40 minutos hasta llegar a un edificio donde la metieron en un cuarto y la amarraron a una silla.
“¿Qué tú le hiciste a este hombre? ¿Por qué nos está pidiendo que te matemos”, le preguntó uno de los asesinos. “¿Cuál hombre”, ripostó ella.
“Tú marido”, le contestó, a lo que ella respondió: “¡Mi marido no me puede matar, están mintiendo!”.
Fue entonces cuando el líder de la ganga agarró un teléfono y llamó a su cliente.
“Ya la tenemos”, le dijo el secuestrador a la persona al otro lado de la conversación antes de poner la llamada en “speaker” para que ella pudiera escuchar.
Lo que Noela oyó fue la voz de su marido: “Mátala”. La sorpresa fue tal que la mujer se desmayó.
Cuando se recuperó, los matones le dijeron que no la iban a matar porque ellos no asesinaban mujeres ni niños. Tras dos días en cautiverio, Noela fue liberada y le dieron 80 horas para marcharse del país. Los secuestradores la abandonaron en una carretera y le dieron una copia de la grabación entre ellos y su esposo como evidencia, así como recibos de Western Union que mostraban el intercambio de dinero como pago para matarla.
Tres días después, el 22 de febrero de 2015, Noela estaba de vuelta en Australia. En la noche se encontraba sentada dentro de un carro viendo como sus amigos y familiares se marchaban de su hogar tras asistir a los servicios fúnebres. Se bajó del auto y justo frente a ella estaba el hombre que la mandó a matar.
“Me quedé parada mirándolo fijamente. Él tenía miedo, no lo podía creer. Caminó hacia mí lentamente, como pisando vidrio. Seguía hablándose a sí mismo y cuando llegó a donde yo estaba me tocó en el hombro y brincó. Me dijo ‘Noela, ¿eres tú’. Luego empezó a gritar, diciendo ‘perdóname por todo’”, describió la mujer.
Noela ya había llamado a las autoridades antes de regresar a su casa. Kalala fue escoltado fuera del hogar y más tarde fue puesto bajo arresto. Días después, el hombre confesó el crimen.
El 11 de diciembre de 2015, Kalala fue sentenciado a nueve años en prisión, informó Eldiariony.
“Su voz siempre regresa a mí durante la noche: ‘Mátala, mátala”, dijo Noela a la BBC, al referirse a los estragos de su aterradora odisea.