¿Por qué las mujeres viven más que los hombres?
Un estudio realizado en EE.UU. ha recopilado datos sobre esperanza de vida según el género de diversas especies, entre ellas los ratones, y ha confirmado que la diferencia favorable a la mujer típica del ser humano no aparece en ningún otro animal.
“Los seres humanos son la única especie de la que se sabe que un sexo tiene una ventaja de supervivencia ubicua”, escriben los investigadores en su revisión de estudios, que abarca una multitud de especies. “De hecho, la diferencia de sexo en la longevidad puede ser una de las características más robustas de la biología humana.”
Aunque otras especies, desde los gusanos y las moscas de la fruta hasta un espectro de mamíferos, muestran en ciertos estudios diferencias de esperanza de vida que pueden favorecer a un sexo, estudios contradictorios con dietas diferentes, patrones de apareamiento o condiciones ambientales a menudo dan la ventaja al otro sexo. Con los seres humanos, la ventaja parece ser siempre para las mujeres.
“No sabemos por qué las mujeres viven más tiempo”, dice Austad, profesor y catedrático del Departamento de Biología de la UAB, en la información de esta. “Es sorprendente que no se haya convertido en un foco más fuerte de la investigación sobre la biología humana.”
Pruebas
Las pruebas de que las mujeres tienen vidas más largas son, entre otras:
-La base de datos de mortalidad humana, que tiene tablas de esperanza de vida completas de los hombres y mujeres de 38 países que se remontan hasta 1751 para Suecia y 1816 para Francia. “Dada esta alta calidad de los datos, es impresionante que en los 38 países y en todos los años de la base de datos, la esperanza de vida al nacer femenina es superior a la masculina”, escriben Austad y Fischer, profesora de biología.
-Una ventaja para toda la vida. La mayor esperanza de supervivencia femenina se observa durante toda la vida: en la vida temprana (desde el nacimiento hasta los 5 años de edad) y a los 50 años También se ve al final de la vida, donde los datos del Grupo de Investigación en Gerontología demuestran que las mujeres son el 90 por ciento de los supercentenarios -los que viven hasta 110 años de edad o más-.
-Las cohortes de nacimiento desde mediados de 1800 a principios de 1900 de Islandia. Este país pequeño y genéticamente homogéneo que fue acosado por catástrofes tales como el hambre, inundaciones, erupciones volcánicas y epidemias de enfermedades, ofrece un ejemplo particularmente vívido de supervivencia femenina, dicen Austad y Fischer. Durante ese tiempo, “la esperanza de vida al nacer cayó hasta un mínimo de 21 años con motivo de catástrofes y se elevó hasta un máximo de hasta 69 años en los buenos tiempos”, escriben. “Sin embargo, en todos los años, independientemente de la disponibilidad de alimentos o la peste, las mujeres al comienzo de la vida y cerca de su final sobrevivieron mejor que los hombres.”
-Resistencia a la mayoría de las principales causas de muerte. “De las 15 principales causas de muerte en Estados Unidos en 2013, las mujeres murieron menos por 13 de ellas, incluidas las seis principales”, escriben. “Para el derrame cerebral, no hubo sesgo de sexo, y para la enfermedad de Alzheimer, las mujeres tenían más riesgo”.
Cell Metabolism invitó a Austad a realizar un artículo de perspectiva, Las diferencias de sexo en la esperanza de vida. Austad se interesó por primera vez en el tema cuando la Universidad de Georgetown (EE.UU.) le pidió dar conferencias sobre ello en 2003. Aunque los modelos de laboratorio como el gusano C. elegans, la mosca de la fruta y el ratón Mus musculus se utilizan intensivamente en los estudios científicos, la gente de esos campos no es muy consciente de cómo los patrones de longevidad por sexo pueden variar de acuerdo a los antecedentes genéticos, o por diferencias en la dieta, la vivienda o las condiciones de apareamiento, dice Austad.
Esas variables no controladas conducen a diferentes resultados en la investigación de la longevidad. Un sondeo sobre 118 estudios de ratones de laboratorio realizado por Austad y sus colegas en 2011 encontró que 65 estudios reportaban que los machos vivían más que las hembras, 51 que vivían más las hembras, y dos no mostraron ninguna diferencia entre sexos.
Pero si las variables se controlan cuidadosamente, los ratones pueden llegar a ser un modelo útil para estudiar las diferencias de sexo en la fisiología celular y molecular del envejecimiento, escriben Austad y Fischer.
Las diferencias pueden deberse a las hormonas, quizás cuando empieza a aumentar la testosterona durante la diferenciación sexual masculina en el útero. La longevidad también puede estar relacionada con las diferencias del sistema inmune, las respuestas al estrés oxidativo, el estado de las mitocondrias o incluso al hecho de que los hombres tienen un cromosoma X (y uno Y), mientras que las mujeres tienen dos cromosomas X. Sin embargo, la ventaja de las mujeres tiene una pega.
“Uno de los aspectos más desconcertantes de la diferencia de la biología sexual humana”, escriben Austad y Fischer, “algo que no tiene equivalente conocido en otras especies, es que a pesar de su robustez frente a los hombres en términos de supervivencia, las mujeres en promedio parecen tener peor salud que los hombres a lo largo de la vida adulta “.
Esta mayor prevalencia de limitaciones físicas no sólo se observa en las sociedades occidentales, dicen, sino también en las mujeres en Bangladesh, China, Egipto, Guatemala, India, Indonesia, Jamaica, Malasia, México, Filipinas, Tailandia y Túnez.
Una explicación de esta intrigante paradoja es una posible conexión con los problemas de salud que aparecen en la edad adulta. Las mujeres son más propensas a problemas de articulaciones y huesos, como la artrosis, la osteoporosis y el dolor de espalda, que los hombres.
El dolor de espalda y articulaciones tiende a ser más graves en las mujeres, y esto podría significar privación crónica del sueño y estrés. Por lo tanto, las diferencias de sexo en la morbilidad podrían deberse a enfermedades del tejido conectivo en las mujeres, y el tejido conjuntivo en humanos se sabe que responde a las hormonas sexuales femeninas.