REPORTAJE, Manny Ramírez dice: “Estoy aquí porque me gusta jugar pelota”
La imagen de Manny Ramírez tirándose de cabeza en tercera para llegar primero que el tiro realizado por Félix Pie en un pasado encuentro contra las Estrellas en el Tetelo Vargas, puede que testimonie mejor que sus palabras sobre lo bien que la ha estado pasando esta vez en la Liga Dominicana.
“¡Ahora!”, pudieran exclamar con cierta razón los que no ven ni una pizca de ingenuidad en nada de lo que haga el enigmático pelotero de 38 años, quien desde abril del 2011, cuando estuvo brevemente con Tampa Bay, no pisa un diamante de las Mayores.
“No le digo nada a los que así pudieran pensar. Estoy aquí porque me gusta jugar pelota, me ha gustado la competencia y el equipo de las Águilas”, argumenta Ramírez, acusado a menudo de distraído.
Hombre de sangre fría que suele reaccionar igual después de poncharse con las bases llenas como cuando conecta un cuadrangular para dejar al otro equipo en el terreno, habla de manera elogiosa sobre la química que hay en el conjunto cibaeño.
“Los compañeros me han tratado bastante bien. Aquí no hay estrellas, todos somos iguales”, manifiesta Ramírez, cuyo promedio de -312, 555 jonrones y mil 831 impulsadas en 19 campañas le han convertido en uno de los mejores bateadores derechos en la historia de las Grandes Ligas, así como en la principal celebridad que ha jugado en el torneo local.
Primera experiencia RD
La experiencia de ahora con las Águilas le está resultado más gratificante que las que vivió en las tres ocasiones anteriores que vistió el uniforme mamey (1991-92, 1993-94 y 1994-95).
“Cuando yo vine por primera vez era un muchachito, sólo tenía 19 años”, apunta.
“Ahora la competencia es mejor, casi a nivel de Grandes Ligas”, subraya para luego resaltar el talento que tienen su hasta ayer compañero Oscar Taveras (“le decimos El Fenómeno”), Starling Marte, del Escogido, y otros jóvenes lanzadores de bola de humo cuyos nombres no recuerda.
“En cada turno tienes que venir con un ajuste diferente porque cambian mucho a los pitchers y muchas veces son tipos con rectas sobre las 95 millas”, señala.
“Lo pensé tarde. Nunca pensé que la Liga Dominicana iba a ser una bendición de Dios para mí”, le ha confesado más de una vez a Carlos “Macaco” Ferreiras, su asistente personal.
Su esposa Juliana –una brasileña que se ha aplatanado de tal forma al país, pero sobre todo a Santiago– se define como la principal fanática aguilucha.
“A ella le gusta y me apoya. Lo estamos disfrutando”, resalta el veterano jugador, quien tiene registro de .382- 1-3 en el Round Robin.
“Tan bien se siente que para mí está fuera de lo normal. Para vivirlo hay que estar al lado de él”, destaca “Macaco” Ferreiras, de 63 años.
Compañeros de viaje
Cuando no viaja en autobús con el equipo, Manny se hace acompañar en su camioneta de doble cabina por Juliana y Bernie Castro, a quien conoció én el 2005 cuando era una estrella con los Medias Rojas de Boston y el hoy utility de las Águilas pertenecía a los Orioles de Baltimore.
También por Ferreira, la persona que lo formó como jugador cuando en 1985, a la edad de 12 años, llegó junto a la familia a Washington Heighs procedente de República Dominicana.
Casi siempre hacen una parada para degustar “la bandera dominicana”, arroz blanco con spaguettis o patica y orejita de cerdo en la Plaza Jacaranda o en una fonda que hay en Piedra Blanca, Bonao.
También suelen detenerse para picar algo en el “Parador El Tamarindo”, en la Autovía del Este, cuando el club tiene compromisos contra las Estrellas o los Toros.
“Yo soy dominicano”, aclara el controversial jugador, cuya sencillez y humildad han sido los rasgos que más destacan los miembros de las Águilas de su personalidad.
También la extenuante rutina de trabajo que desarrolla cada día. “Es tremenda persona”, enfatiza Castro. “Un tipo que no parece lo que tiene y lo que ha hecho en el béisbol. Es humilde y muy sencillo”.
“Manny es Manny. Un tipo común”, agrega Alberto Castillo, el coach de banca del equipo. “Es el primero que llega al play y creo que es un lujo para todos tenerlo no sólo en las Águilas, sino en el torneo”.
Su condición de hombre sencillo y tímido, al que no le seducen las alfombras rojas y que prefiere mantenerse lejos del proscenio, quedó evidenciada durante las largas pausas que tuvo el torneo de béisbol durante las festividades de Navidad y Año Nuevo.
En lugar de irse a vacacionar para un resort, prefirió quedarse jugando pelota en el parqueo con sus hijos Manny Jr. y Lucas, de ocho y nueve años, respectivamente, y los demás niños del condominio donde ha sido alojado por las Águilas en Santiago. “Manny es un muchacho grande”, asegura “Macaco”.