¿Sufres el síndrome de aversión al trabajo? Sus 7 síntomas
Un futbolista, un astronauta o una azafata son oficios que sin duda son por gusto y no por necesidad. Sin embargo, hay algunos otros en que las personas deben aceptarlos por obligación para poder vivir y ganar dinero.
Respecto a este último punto es que una de las creencias más poderosas de nuestra sociedad es que el trabajo es un martirio, algo ineludible que en algún momento hace que odiemos a nuestros jefes y compañeros, descargando esa ira con la familia o los clientes.
A esta “sensación” se le conoce como síndrome de aversión al trabajo. “Los orígenes de esta creencia tan instalada pueden ser diversos y se encuentran arraigados en lo más profundo de nuestra psique colectiva, interpretaciones religiosas, resentimientos sociales o sencillamente aprendizajes heredados de nuestras familias y grupos de influencia”, dice el coach y speaker internacional Oscar Cáceres.
“Este verdadero síndrome de aversión al trabajo suele ser transversal aunque bastante más soterrado en grupos de profesionales y ejecutivos de alto nivel, pues en ese estrato pudiese ser “mal mirado” el explicitar con tanta vehemencia como en otros grupos, esa conocida sensación de tener que “tolerar lo inevitable” para poder obtener el sustento que nos permite tener y mantener el nivel de vida al que nos hemos acostumbrado”, explica.
El especialista también lo define como una “programación mental”, que son los efectos que produce este síndrome en cada uno de nosotros y en los ambientes laborales en que nos desempeñamos.
Para detectar este trastorno, el coach hizo una lista con siete de los síntomas más comunes. “Si sientes que uno de ellos te identifica, es probable que seas presa de este virus que como todos, trae sufrimiento e infelicidad a nuestras vidas”, recalca.
– Depresión del domingo en la tarde: Después de la hora de almuerzo, nos empieza a invadir una terrible sensación de tristeza y melancolía la que se agudiza a medida que pasa la tarde y llega la noche y sobre todo cuando comenzamos a pensar en el día que se nos viene.
– Letargo y somnolencia los días lunes y alegría inusitada los días viernes: Curiosamente el día lunes es el día en que debiéramos estar con más energía después del reparador descanso del fin de semana y el viernes exhaustos por lo vivido durante cinco días. Suele ser al revés, es más, somos capaces de vivir intensas actividades sociales los viernes en la noche y nuestra energía está al tope.
– Saturación y desencanto con las personas con las que trabajo: Comienzo a sentir una extraña mezcla de aversión y saturación al interactuar con mis jefes y compañeros de trabajo. Siento que mi jefe pierde el tiempo, habla estupideces y las conversaciones de pasillo son cada día más inútiles. Me siento “chato”.
– Mi escape en la red: Intento por todos los medios posibles de chatear lo máximo que pueda y acceder a las redes sociales como una forma de escape. Navego sin sentido por la red tratando de contar los minutos para termine el día.
– Irritación y estrés: En mi hogar se me percibe cada día con más fuerza irritable y de mal humor sin haber razón específica. Experimento dolores de cabeza y cansancio fuera de lo común.
– Me aíslo: Evito en la medida de lo posible el contacto con otros. Siento que sencillamente es detestable el aguantar reuniones interminables y sin sentido que poco o nada aportan finalmente al trabajo.
– El cliente es mi escape: Cada vez que tengo la oportunidad de interactuar con los clientes de la empresa, vuelco mi ira con ellos. Los tramito innecesariamente, les hago sentir que no son los únicos que sufren con esta compañía, los incomodo y finalmente los trato mal. En el caso de los clientes internos suele ser muy similar.
“Sin duda nos falta muchísimo por avanzar para llegar a este tipo de culturas. No estamos entrenados para esto, sobre todo cuando nosotros mismos somos presas de este virus letal”, expone y agrega: “Comenzamos un nuevo año laboral en donde esta sensación de melancolía sea aún más intensa y por lo tanto el desafío es salir de ese estado, preguntarnos si nuestro trabajo es realmente el lugar donde queremos estar y si no es así, tomar acción pues, al menos yo creo que la vida es muy corta para desperdiciarla”.
Fuente: Emol