Verdadero o falso: Revelan los 7 mitos sobre cómo los chicos usan la tecnología
Dos científicas británicas investigaron durante 12 meses a distintas familias y confirmaron que hay siete creencias muy arraigadas. Entre ellas, la más firme: pensar que todo lo interactivo es educativo.
La relación que establecen los chicos con la tecnología dio lugar a una serie de creencias que, en su mayoría, quedaron instaladas como verdad absoluta. Una investigación publicada en la revista Chilhood Education indagó en los mitos más arraigados de la cultura cibernética. Lo que motivó este estudio fue la gran cantidad de preconceptos sobre peligros y beneficios de exponer a los niños a tabletas, celulares, computadoras, consolas o DVD. Nadie tenía evidencia concreta, pero todos opinaban.
Según detallan Lydia Plowman y Joanna McPake, las dos investigadoras británicas, se analizaron 50 familias con hijos de 3 o 4 años. La metodología consistió en visitas periódicas durante 12 meses. La finalidad fue participar de la experiencia cotidiana entre padres e hijos, sólo como oyentes. Así, elaboraron esta lista con los 7 mitos más comunes y su explicación: 1.
1. Niñez y tecnología no se unen
La mayoría de los padres trazan un equilibrio entre el uso de la tecnología y las actividades recreativas tradicionales. Una vez logrado este balance, muchos se alarmaban al pensar que el uso del celular podría afectar su salud o que los videojuegos fueran a provocarle una adicción. Lo que se descubrió es que en ningún caso la tecnología repercutió perjudicialmente en la conducta de los chicos o el aprendizaje de quienes se pasaban mucho tiempo frente a la pantalla.
Sin embargo no todos piensan que esto es lo correcto. Roxana Morduchowicz, doctora en comunicación y culturas juveniles, explica que “la relación de los chicos con las pantallas es un tema controversial. Lo indicado es que hasta los tres años no tengan contacto con ellas. Ellos están descubriendo el mundo real y la pantalla les ofrece un mundo imaginario”.
2. Los niños son nativos digitales
Es habitual escuchar que un chico de 3 o 4 años, lo que se conoce como nativo digital, se conecta mucho mejor que sus propios padres, que son los inmigrantes digitales, con cualquier dispositivo. Según la investigación, muchos chicos no se sienten tan cómodos como se supone. En muchos casos, su objetivo es imitar a los adultos, por lo que esa facilidad para relacionarse no siempre es cierta.
A respecto, Guillermo Ribon, profesor de la licenciatura en Psicología de la UADE, expone que “lo que podría definir a los Nativos Digitales no es sólo una cuestión generacional ni meramente contextual. No alcanza con haber nacido en determinada fecha ni estar inmerso en un mundo plagado de tecnología para ser definido como un nativo. Las variables generacionales y contextuales son una condición necesaria pero no suficiente para que esto ocurra”.
3. La tecnología interfiere en las relaciones sociales
El mayor desarreglo que se le atribuye a las pantallas es intensificar el aislamiento. La percepción general es que los chicos prefieren la contemplación pasiva antes que cualquier otra actividad. Esta deducción tampoco es válida, ya que en muchos de los hogares considerados, la TV estaba todo el día encendida y los chicos, pese a tener sus series favoritas y de mirarlas una y otra vez, hay momentos que la ignoraban. Y elegían agarrar los muñecos de esas series y jugar con ellos o vestirse con sus ropas.
“Hasta los tres años es preferible que los chicos no tengan contacto con las pantallas, ya que más adelante, les espera un mundo de ellas. El consumo excesivo –sea de televisión, videojuegos o lectura– es perjudicial para cualquier edad. La clave es ofrecer diferentes bienes culturales a los hijos”, propone Morduchowicz.
4. La tecnología domina la vida de los niños
Los niños se deslumbran por los objetos que su entorno les enseñó a valorizar. Desde la cuna, las formas brillantes encandilan los ojos de los bebés. Cuando aprenden a desear, la primer gran aspiración es poseer su propia pantalla.
Afirmar que la tecnología domina la vida de los niños es otro mito. Si bien es cierto que las nuevas tecnologías han generado un gran impacto en sus vidas produciendo nuevas formas de comunicación.
“La relación del niño con la tecnología es mediada por los adultos a cargo de sus procesos de socialización. Son estos, los adultos, los que definen el universo tecnológico en el cual se va a desarrollar el niño y el tipo de relación que el niño va a tener con este. Y es esta relación triádica (niños- adultos- tecnologías) la que va a definir el grado de dominio que el niño va a tener sobre los distintos instrumentos tecnológicos disponibles a su alcance” concluye Ribon.
5. Jugar es aprender
Muchos especialistas entienden que la mejor forma de aprendizaje es lúdica. Pero los intentos de la tecnología por instruir, no siempre son efectivos ya que no logran sostener la atención de los menores.
6. Lo interactivo es educativo
Es una de las creencias más arraigadas. Muchos de los productos para niños emplean el concepto de interactivo porque se estableció que este sistema es capaz de aumentar la concentración y en consecuencia, lograr un mayor progreso en la lectura y escritura. Los autores del estudio reconocen que este tipo de materiales pueden proveer cierta motivación inicial para el aprendizaje, aunque raramente se mantiene constante. “La interacción tecnológica es más escasa que la humana, y hasta el momento ninguna tecnología es suficientemente inteligente para adaptarse a alguien que está aprendiendo a leer del modo en que lo haría un maestro”, dicen las conclusiones.
7. Los niños necesitan dominar los conocimientos tecnológicos
Muchos padres quieren preparar a sus hijos para el futuro y qué mejor que la tecnología para abrir las puertas del porvenir. El razonamiento que acompaña este criterio es: si de chicos no se familiarizan, de grandes les va a generar rechazo. En cambio, otros piensan que no vale la pena porque todo evoluciona velozmente, y lo que aprendan hoy no va a perdurar cuando vayan al colegio. La conclusión es que no hay motivos para preocuparse porque no se puede saber qué necesitarán en el futuro.